El Oviedo resumió sus virtudes y defectos en la competición en 90 minutos de montaña rusa en Reus. El "Doctor Jekyll y Míster Hyde" de gran parte del campeonato vivió en tierras catalanas una versión de 90 minutos. El corto mostró a un Oviedo atenazado, fallón y sometido en la primera mitad y un equipo maduro que creció con la pelota en el segundo acto. De la suma de las dos imágenes salió un merecido empate (1-1), valioso para seguir sumando y para demostrar que el camino del Oviedo en Segunda pasa por exponer más.

Si se hubiera preguntado a la pelota con qué equipo quería estar en la primera parte, no hubiera dudado. El Reus la trató desde el primer momento con más mimo, con más delicadeza. Siempre que la golpeó en largo fue por necesidad y por la presencia de otro futbolista catalán en el lugar de destino. Los locales tuvieron o claro su rol. Trató de tener la pelota, no rifarla, y se esmeró en los cambios de juego. Tocar por la izquierda para sorprender por la derecha. Se vio a los 27 minutos. El Reus tocaba en su sector izquierdo. Era el señuelo. Benito ya había cogido la autopista por la derecha y cuando recibió solo tuvo que ceder a la frontal. Allí apareció Folch, el pivote, para chutar al ángulo.

Costaba decidir en ese punto del partido si el problema del Oviedo era defensivo u ofensivo. Con el balón el equipo nunca estuvo cómodo pero el desbarajuste en cada ataque catalán indicaba un problema más profundo. El esqueleto se tambaleaba. Unos diez minutos después del gol, el Reus pudo dar un mazazo definitivo. Querol aprovechó otra grieta para colarse en el área azul y encarar a Juan Carlos. Lo intentó picando la pelota, pero Juan Carlos aguantó de pie y rechazó. Guzzo remató de cabeza en la continuación y Costas salvó en la línea. El Oviedo no había gastado la última vida de la partida.

El descanso llegó acompañado de un gesto de alivio por el bando carbayón. El 1-0 permitía a los azules seguir vivos en un partido que podría haberse evaporado. Los males podían condensarse en dos: qué hacer con el balón y qué hacer cuando éste es del rival. Un mundo de problemas al descanso.

Uno de los problemas quedó solventado tras el paso por vestuarios: El Oviedo empezó a tener la pelota. Al principio, dio la impresión de que era un mecanismo de defensa, una forma de ganar autoestima. Después, empezó a soltarse, con Susaeta más liberado por el centro. El empate consistió en repetir la exitosa patente del Reus. Los de Hierro la tenían en la derecha hasta que Susaeta cruzó el balón de flanco en un servicio milimétrico. Christian llegó y la puso y en la frontal emergió Borja Domínguez para enganchar un pulcro zurdazo a la red.

El tanto reafirmó la propuesta del Oviedo. Tener la pelota había provocado que los azules se soltaran y que el Reus se quedara sin su sustento. El remedio era sencillo: ganar la batalla por el balón había hecho que la guerra se acercara al bando azul. Hierro reaccionó con valentía, dando entrada a Michu por Erice, cambio ofensivo.

Y el ovetense tuvo el 1-2 en un saque de esquina, pero su volea tropezó en el cuerpo de un rival. Lo intentó el Oviedo hasta el final, pendiente del guante de Susaeta en cada jugada de estrategia, pero el marcador no se movió.

El Oviedo se va satisfecho con el punto sumado en Reus. Permite alargar la racha, demostrar que fuera puede dar la cara y enseña el camino. Si los azules quieren aspirar a las cotas más altas, tiene que ser protagonista con la pelota. Los refuerzos de invierno han dado un salto de calidad y el equipo demanda el balón. Ese es el camino.