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ANÁLISIS | La derrota del Real Oviedo en Córdoba

La historia se repite

Se puede jugar mal o no tener suerte, pero un equipo no puede salir sin carácter en un partido de vida o muerte

Toché golpea el balón ante Deivid. LOF

Anunciaban bochorno en Córdoba y el bochorno fue el del Oviedo. Un equipo que se lo juega todo y que sale sin orgullo, sin alma, sin ni una pizca de competitividad, sin ese nervio que alguien creyó algún día en su debutante entrenador. La enésima goleada a domicilio no sólo deja al descubierto las costuras ya conocidas sino que pone punto y final a una temporada, otra más, indigesta en ese tramo en el que los equipos muestran su verdadero alcance. El del Oviedo, el de este Oviedo de Hierro, es así: tres puntos de los últimos 21, casi dos meses sin ganar y otra goleada ante un rival de abajo. El petardazo de Córdoba, como el de Osasuna el año pasado en el Tartiere, pasa directamente al baúl de las historias negras de la entidad azul.

Y eso que los rivales dieron una y mil vidas en un curso con uno de los play-off más baratos que se recuerdan. La última vida fue la del Valladolid en Miranda de Ebro de la semana pasada. Había que tener fe, decían en El Requexón. Y fe se tuvo. Se tuvo fe infinita. Se tuvo fe y se tuvo mucha paciencia. Se tuvo también mucha condescendencia, demasiada quizá. Al fin y al cabo el fútbol es un juego muy cambiante (matemáticamente no hay nada decidido) y tanto chance, por sorprendente, sólo podía deparar algo bueno. Pero no. El problema del Oviedo es el propio Oviedo. Se vio ayer en Córdoba. Se vio en Almería, en Alcorcón o en Huesca. Lo dijo Christian Fernández el pasado miércoles. Y tenía razón.

Porque se puede jugar mal, se puede tener mala suerte, se puede fallar un penalti o se puede dar un poste. Se puede hacer todo eso y se puede hacer más de una vez. Pero lo que no se puede hacer es salir al partido más importante de la temporada, a la última oportunidad, sin la intensidad suficiente como para fallar en la primera jugada y a los 38 segundos recibir un gol. Eso no es una acción desafortunada sin más. Eso es falta de concentración. O de compromiso. O de tensión. O de carácter. O directamente es acongoje, que es peor.

Como si fuera una broma, la pesadilla se repite un año después: siete meses de ilusión, siete meses emplazando al tramo final, y ahí, en el tramo final, la decepción. El petardazo final, estos dos meses infumables, tienen difícil justificación para una afición indesmayable que hizo lo que se le pidió: soñar fuerte y seguir siempre ahí, al pie del cañón. Y seguirá, porque si en algo es especialista el oviedismo es en levantarse y seguir.

El fracaso, que tendrá los nombres que cada uno le ponga, es mayúsculo e indiscutible, porque en un equipo de las urgencias del Oviedo, alcanzada la estabilidad económica, los resultados mandan. Y ahí están. Ni el Oviedo ni el Vetusta han dado la talla. Así que se supone que se depurarán responsabilidades. La apuesta de Hierro, incapaz de encontrar un dibujo táctico estable durante toda la temporada ni de motivar a la plantilla en los peores momentos, salió rematadamente mal. Muchos jugadores, intocables y no intocables, salieron mal. El técnico, como muchos futbolistas, prepara las maletas en un vestuario necesitado de aire nuevo.

Vendrá otro proyecto, necesario para los tiempos que corren. Asoma una etapa futbolística distinta en Asturias, con los dos máximos equipos (salvo sorpresa) en la misma categoría, que el club azul deberá preparar bien y a conciencia. Con el máximo rival en el mismo escalón, nada será como hasta ahora, algo que se debe saber y tener presente. El equipo azul tiene a Carso y eso es una suerte y una garantía para el club. La viabilidad del Oviedo no se entiende sin el grupo mexicano. Así que no se trata ahora de disparar por disparar, caiga quien caiga, sino de aprender de los errores y, desde el conocimiento, el trabajo y el sacrificio, dejándose asesorar y trabajando en conjunto de forma integradora, atinar y mirar al futuro. Porque siempre sale el sol y, aunque ahora cueste verlo, el cielo seguirá siendo azul.

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