A la entrada de la pequeña aldea, en unos azulejos pegados al cierre de piedra de una casa con panera se lee «Nubledo, capital de Corvera». Será para que quede constancia escrita de que este concejo que se ha hecho tan mayor y tan urbano mantiene su cabecera en este pueblo muy diferente de las nuevas áreas de expansión del municipio. En el kilómetro seis de la AS-17, elevado sobre la vega que ocupa el polígono industrial y en un terreno más empinado que la llanura suavemente ondulada de Cancienes, Nubledo resiste a duras penas con 158 de los más de 16.000 habitantes de Corvera y veinte menos de los que comenzaron el siglo aquí. La limitación geográfica y la vecindad inmediata de las grandes aglomeraciones urbanas del concejo -Las Vegas, Los Campos, Entrevías, Cancienes- no ayudan a cambiar la fisonomía de este pueblo de casas unifamiliares con parcela que se expande alrededor de la carretera, elevado sobre la vega que ocupa «la cola» del polígono industrial de Cancienes y mirando desde lejos la gran superficie fabril de Du Pont. Las expropiaciones de la química coartaron asimismo la expansión de una pequeña villa sin bar, con el archivo municipal ocupando el edificio del viejo Ayuntamiento y el nuevo aislado a la salida del pueblo en dirección a Avilés. En el paisaje del Nubledo de hoy sobresalen una chapistería, un desguace y un negocio mixto que combina los materiales de construcción con un hostal de veinte habitaciones y treinta plazas de alojamiento asequible, «mirando más para los obreros que para el turismo». El discurso de Jesús Chao, su propietario, marca distancias respecto a las realidades de los núcleos más poblados del municipio y se queda con el retrato habitual en otras zonas rurales que no son capitales de municipios urbanos: «La gente joven se marcha a Cancienes, y Nubledo se ha ido despoblando. Los bares y las tiendas fueron cerrando y queda sobre todo gente mayor. No es que esta ladera sea el mejor sitio para edificar, pero tampoco hubo nunca una apuesta decidida por hacer una promoción de viviendas en la capital del concejo».

La capitalidad es lo que permanece de aquel pasado relativamente bien surtido en el que Nubledo tenía, recuerda Chao, «la mejor ferretería y bar-tienda de la zona, Casa Urbano». Hoy quedan unas cuantas salpicaduras de la industria del concejo en varios negocios, pero «si hubiese voluntad e interés, este monte podría cubrirse de chalés».

Eso dicen también algunas opiniones sobre la viabilidad residencial de esta zona comunicada «como pocas en Asturias», apunta Jesús Villa. «No hay distancias» con ninguno de los puntos importantes del centro de la región y el ferrocarril es en paralelo a la carretera y al cauce del río Alvares, el otro eje que acompaña el trazado lineal de Cancienes, Nubledo y su parque empresarial compartido. En el capítulo de la comunicación, esta zona aguarda la transformación de la AS-17 en la autovía AS-III, paralizada ahora por problemas de financiación y durante mucho tiempo objeto de controversia y protestas vecinales por su trazado a través de las parroquias rurales de Molleda y Solís.

Pero el gran valor sigue siendo aquí la industria. Desde la elevación del terreno que ocupa Nubledo se aprecia a lo lejos la gran extensión fabril de Du Pont y abajo, aquí mismo, el humedal de La Furta, creado por la multinacional química dentro de su compromiso de restauración paisajística del entorno, con centro de recepción de visitantes y observatorio de aves. Un recurso. Pero arriba falta vida. Daniel Otero, 38 años con su chapistería en la capital corverana y ahora nueve puestos de trabajo, mira a su alrededor y observa que a lo mejor Nubledo necesitaría ese repaso de chapa y pintura, pero «apenas tiene terreno hacia donde crecer y, como además es zona industrial, tampoco se puede edificar». «Cancienes siempre fue más pueblo», recuerda, «aunque esto sea la capital». Lo es desde mucho antes de que Corvera fuera como hoy y «por motivos de centralidad dentro del concejo», aclara el historiador Jesús Antonio González Calle. Ésta fue casi la primera y la única cabecera del municipio desde que se desgajó del alfoz de Avilés, entre los siglos XVI y XVII, y ha arrastrado el título hasta aquí desde aquella otra época en la que el concejo se parecía muy poco a éste tan poblado, «el eje Nubledo-Cancienes era la zona más densamente poblada y el resto, aldeas pequeñas más dispersas».

Los edificios de fachadas amarillas que componen el centro de Cancienes fueron modernos en los setenta, cuando la pequeña villa empezaba a serlo, había dos cines y baile y «Las Vegas eran poco más que dos calles». Sólo estaba comenzando la formación de este concejo muy urbano que crecería al calor de las fábricas y la proximidad de Avilés y que desde aquellos comienzos ha llegado a este punto de 16.000 habitantes y 7.000 sólo en Las Vegas. La geografía y la industria han construido un municipio polinuclear, diferente, donde la capital es la duodécima localidad más poblada y tiene el título sin ser la cabecera de su parroquia, que reside en Cancienes. Un municipio difícil de gestionar al distribuir los servicios. «No conviene duplicarlos», acepta Belén Maraña cuando reclama un pediatra para los 1.200 habitantes de la población rejuvenecida de Cancienes, «pero a veces hay que buscar el equilibrio entre todas las zonas para que no vayan todos los servicios al mayor núcleo y queden los demás aislados». A ella, que preside la Asociación Musical Cancienes, le llama la atención cierto aislamiento, la convicción de que «para los de Las Vegas nosotros seamos a veces los grandes desconocidos, y viceversa». Pasa incluso sin necesidad de salir de aquí, la acompaña María López, componente de un grupo de teatro muy reveladoramente llamado «El Milagru». Su reivindicación es la de un local social para jóvenes que «llevo oyendo mucho tiempo a través de las generaciones». «Tampoco hay excesiva unión», sentencia, «y a la hora de moverse se nota. Somos como una familia muy grande, pero en momentos críticos cada uno se mete en su casa».