Oviedo, M. S. MARQUÉS

Javier Fortea apostó por el proyecto de la cueva de Sidrón, desde el primer momento, incluso desde antes, ya que gracias a él se conoció la existencia de un yacimiento del que un grupo de espeleólogos había conseguido sacar una serie de huesos humanos. Más tarde, cuando ya salió a la luz pública la existencia de la cueva y de los fósiles depositados en el Instituto Anatomico Forense de Madrid, Fortea continuó ligado a Sidrón, apostando desde el primer momento por la pertenencia de los restos humanos a la especie neandertal. No fue tan fácil en aquel momento sostener esa apuesta cuando otros investigadores, invitados por el Gobierno regional y también de prestigio reconocido, vinieron a Oviedo para analizar los fósiles y concluir que pertenecían al homo sapiens, es decir, al hombre moderno.

Esta tesis no impresionó a Fortea, que siguió fiel a su criterio defendiendo la apuesta neandertal que sería corroborada por diferentes estudios. Su tesis fue apoyada más tarde por investigadores de la talla de Emiliano Aguirre, el primer investigador de la sierra de Atapuerca, y por el paleontólogo, Antonio Rosas. Al año siguiente, Javier Fortea ya capitaneaba el proyecto arqueológico de Sidrón y había conseguido localizar y exhumar los primeros fósiles neandertales conseguidos con método científico en la cueva de Piloña.

Esa primera incursión en la gruta se extendería después a lo largo de los últimos nueve años. Sidrón comenzó a ofrecer grandes resultados con el siglo XXI y Fortea se dedicó a su estudio con el rigor con el que solía afrontar cualquier actividad relacionada con su especialidad académica. Año tras año, Sidrón fue dando sus frutos y extendiendo sus redes hasta implicar a organismos de talla internacional. Hoy, es una investigación puntera que ocupa un lugar destacado en el proyecto Genoma Neandertal.

Gracias al empeño y al compromiso con la ciencia de Fortea, y al instinto que le permitió rodearse de un equipo de expertos de primera, el mundo conoce mucho más de la especie neandertal que lo que nunca se imaginó. A esa contribución no es ajena la prudencia y la constancia del investigador afincado en Oviedo, ni su desvelo por evitar que el proyecto de Sidrón se convirtiera en patio de lucimiento personal alejado del rigor y la ciencia.

Fortea se ha ido pero deja un legado digno de los grandes maestros. Muchos no entendieron su rechazo a figurar con asiduidad en las páginas de los periódicos pero quienes lo trataron saben que temía por encima de todo que se frivolizara con un trabajo en el que ponía esfuerzo y corazón. A su poco interés mediático sumaba además el temor a que se desvirtuaran sus palabras. Perfeccionista como era, le molestaba especialmente que las informaciones no se ciñeran a la más estricta realidad por intentar lucir más los hallazgos.

Durante el pasado mes de septiembre siguió desde el hospital todas las incidencias y noticias que se produjeron en la cueva y lamentó en sus conversaciones con los compañeros que le informaban diariamente no poder acompañarlos.