Querida Tatín: ha pasado un año desde que te has ido y poco queda por decir de tu persona que no se haya dicho ya. Lo único que yo sé es que te echo de menos una barbaridad y que me acuerdo de ti cada día. Quizá la gente sepa que eras buena, generosa, con carácter, genial, única, a veces polémica o políticamente incorrecta -como dicen ahora para decir que no seguías a la masa- y, sobre todo, honrada con los demás y contigo misma. Pero hay un aspecto de ti que pocos conocíamos y quizá poniendo unos ejemplos se hagan una idea.

Hay situaciones en la vida que, de tanto repetirse, se hacen cotidianas. Ya hace un año que en nuestras vidas muchas de esas situaciones dejaron de producirse. Y sin duda una de ellas era ésta:

-Riiiing -unas tres veces seguidas.

-Abriiiiiiirr.

-Vaaaale, ya voy yo. Hola, Tatín.

-¿Qué tal, Santi? -poniendo la cara para recibir un beso.

-Yo, bien, ¿y tu?

-¡Hecha una mierda! -literal- Soy una vieja, pero ésta? -señalando su cabeza-, ésta funciona muy bien. Di a tu madre que mañana escribimos. Lo tengo todo aquí -otra vez el dedo a la cabeza-, ya está pensada.

Y es que ella era así. Directa y cariñosa, preocupada por los demás primero y luego por lo suyo. ¡Sus novelas, claro! Eran como sus hijas. Las pensaba, les daba vueltas, las cambiaba y, por fin, las paría.

Otra situación muy típica en mi abuela era cuando nos íbamos de viaje, daba igual que fuéramos a Pola de Siero que a Almería, por poner un ejemplo. Suena el móvil por quinta vez en un viaje de apenas dos horas.

-¿Otra vez? Ah, hola, Tatín.

-Cuidado, hay un atasco en la A8 -a veces pienso que ella podría ser la portavoz de la DGT desde casa sin ningún problema porque se conocía todos los atascos en las operaciones salida y llegada-, lo dice la tele. Cuando lleguéis, venid a verme.

-Vaaaale.

¡Los dichosos viajes! Ella odiaba eso casi más que los espaguetis. Ella siempre preocupada y hasta que no llegábamos, no estaba tranquila.

En fin, Tatín, que ahora muchas cosas son diferentes sin ti y me imagino que ya sabrás que te echamos de menos un montón. Te mando un beso allá arriba y espero que esta carta te haga sonreír.