Barcelona / Oviedo, M. CHAVARRÍA / P. GALLEGO

Pablo González puso ayer en pie al Auditorio Nacional de Cataluña. Barcelona recibió al maestro asturiano (Oviedo, 1975) con más de diez minutos de aplausos tras el concierto de apertura de la temporada sinfónica catalana, en el estreno de González como titular de la Orquesta Sinfónica de Barcelona y Nacional de Cataluña.

En los meses previos al estreno, González aseguró en numerosas ocasiones que este era «un buen momento» para él, y que estaba «preparado para afrontar el reto» que suponía hacerse cargo de esta orquesta. Ayer González lo demostró, en un concierto de apertura de temporada casi inmejorable y que dejó ver hasta dónde puede llegar el director asturiano en esta orquesta.

El «Preludio a la siesta de un fauno», de Debussy, fue la obra elegida para abrir el concierto de ayer, a las nueve de la noche. González, entusiasmado desde el principio, mostró los secretos de una obra de orquestación peculiar, tenue y vaporosa. Tras ella, la Sinfónica estrenó el tercer y el cuarto movimientos de la obra «Músicca del no ser», del ingeniero y compositor catalán Ramón Humet (Barcelona, 1968). Basada en diferentes aspectos de la filosofía oriental, González fue capaz de conectar con el público a través de una obra dura, quizá por el profundo estudio de estas disciplinas al que el director se entregó durante los años en los que un síndrome de fatiga crónica, ya superado, le mantuvo alejado de la música.

Con los años, Pablo González se ha convertido en un joven valor indiscutible dentro del panorama orquestal. A través de una dirección orquestal delicada, con un lenguaje gestual que mostró al mismo tiempo la pasión y la sensibilidad que caracterizan el trabajo del asturiano, la Sinfónica catalana afrontó la última parte del programa, que finalizó pasadas las once y veinte de la noche: la sinfonía «Leningrado», de Shostakovich.

La «séptima» del compositor ruso muestra una partitura compleja, escrita durante el sitio de 900 días a la ciudad por las tropas alemanas durante la Segunda Guerra mundial. Con un «entusiasmo controlado». Con mano firme, Pablo González guió a las diferentes secciones de la orquesta y entusiasmó al público del Auditori. Su sitio ya está al frente de la Sinfónica de Barcelona.