Barítono, canta mañana en las Jornadas de Piano

Oviedo, Pablo GALLEGO

El auditorio de Oviedo sumará mañana a sus doce años de historia una nueva estrella. Las Jornadas de Piano «Luis G. Iberni», organizadas por el Ayuntamiento de Oviedo con el patrocinio de LA NUEVA ESPAÑA, dan la bienvenida al barítono estadounidense Thomas Hampson, una de las estrellas del actual firmamento lírico. Junto al pianista Wolfram Rieger, Hampson y el ciclo pianístico ovetense acercarán al público del Auditorio al mundo del lied, ausente desde hace más de una década, para celebrar el «Año Mahler». En el programa, obras como «Early Songs», «Kindertotenlieder» o los famosos «Rückertlieder». Hampson llega a la capital asturiana después de su concierto de ayer en La Coruña, y hoy impartirá en Oviedo una clase magistral de canto en el Conservatorio. Nunca ha cantado ópera en España, aunque anualmente tiene un hueco reservado en las grandes casas de ópera internacionales, como la Scala de Milán, el Metropolitan de Nueva York, o el londinense Covent Garden. Su objetivo, de mostrar que «cantar canciones es, simplemente, contar historias».

-¿Es mayor el vértigo cuando se enfrenta al público sólo acompañado por un piano y no inmerso en el fragor de una orquesta?

-En general para el público un recital es algo mucho más íntimo. La conexión entre la música, las palabras y la emoción es más evidentes, más inmediata, y la imaginación de cada uno se convierte en una especie de directora de escena. No hay nadie que les diga qué debe sugerirles la música, surge de forma espontánea. En la ópera eres parte de una historia mucho mayor. En «La Traviata», por ejemplo, soy sólo Germont. Pero en un recital puedo cantar canciones que se corresponderían con personajes muy distintos. Aun así en ambos casos es necesario el teatro.

-¿Cómo se prepara para un nuevo personaje?

-Con cuidado (ríe). Más allá de dominar la partitura, que es lo básico, necesito conocer al personaje. A hora mismo estoy preparando «Mathis der maler» («Matías el pintor»), de Hindemith, buscando sus referencias históricas, tratando de conocer al artista que inspiró la obra más allá del libreto. Tuvo que ser muy importante para que alguien decidiese dedicarle toda una ópera. También necesito conocer más el lenguaje musical de Hindemith, para entender las palabras en su contexto rítmico, en las dinámicas que marca el compositor.

-En Zúrich canta estos días «Otello», de Verdi.

-Interpretar el personaje de Yago es un sueño hecho realidad. Junto a Macbeth o Simon Boccanegra son algunos de los más grandes papeles que un cantante al que le guste actuar puede abordar.

-¿Tiene algún favorito?

-He tenido la suerte de poder elegir papeles que significan algo para mí. No se me puede, digamos, alquilar. Sé que he tenido mucha suerte, y siendo honestos, es algo que me ha ayudado a la hora de desarrollar mi carrera. Puedo elegir. No creo que por ejemplo «I masnadieri», de Verdi, sea una de las mejores óperas, pero yo elegí hacerla. Es importante que el público tenga acceso a obras que no tienen hueco en el gran repertorio.

-Sobre los escenarios se ven casi continuamente jóvenes promesas que, de repente, desaparecen. ¿De qué depende lograr hacer carrera?

-Me duele tanto como a ellos ver cómo lo que podría convertirse en una gran carrera musical se corta de repente por problemas vocales. Pero llevo en el negocio el tiempo suficiente para saber que, en algunos casos, el fracaso llega al no saber llevar la vida que va a asociada a una carrera en la ópera, con la soledad, el esfuerzo y la competitividad que conlleva. Muchos deciden quedarse en sus ciudades y dar clases, y me parece muy bien. Es absolutamente respetable.

-Lo normal suele ser que aparezcan problemas vocales.

-Es algo trágico ver que una voz se rompe porque el éxito le ha llegado demasiado rápido, o por una técnica deficiente, mal asentada. A veces es culpa suya, porque quieren abarcar demasiado, cantar mucho o papeles que no se ajustan del todo a sus posibilidades. Otras, de la presión a la que la industria les somete. La clave es aprender a respetarse a uno mismo, aunque cuando un cantante empieza y tiene que ganarse la vida es difícil rechazar algunas ofertas. Es algo que todos hemos vivido, sobre todo con ofertas para cantar papeles dramáticos para los que aún no se está realmente preparado.

-¿Algún consejo?

-No cantar sólo ópera. La industria es capaz de consumirles demasiado rápido, de un papel a otro, sin darles tiempo a prepararse para ellos. Los cantantes de mi generación pudimos desarrollar nuestra carrera de otra manera. Ahora la industria manda, y fragmenta nuestra carrera. Mucha gente piensa que un cantante debe hacer sólo ópera, o lieder, u oratorios, cuando lo que nos hace más fuertes, lo que nos permite desarrollar nuestras carreras con el tiempo y la tranquilidad suficientes es combinar disciplinas. Al final, somos cantantes. El objetivo tiene que ser cantar lo mejor posible. Pero sería muy cínico si negase que a muchos responsables de teatros no les importa si la técnica de un cantante es buena o mala, o si tendrá que pagar dentro de cinco años lo que está cantando hoy. Sólo que se ajuste a la idea o a la imagen que quieren en ese momento.