«He plantado árboles, en globo ya subí...». Lo único que le faltaba por hacer a Enrique Castro González (23-9-49) era mirar a la casa a su reflejo y repasar su vida. El espejo al que se asoma Quini es un mar Cantábrico canalla y traicionero, que parece manso pero que ha erosionado la agreste costa asturiana. También en Cantabria, en aquella playa de Pechón que Quini visita por primera vez para el rodaje de esta película desde que le arrebatase a su hermano Jesús, un héroe que salvó a dos niños antes de recordar que no era un gran nadador. El espejo que propone Rai García devuelve un reflejo crudo que desnuda a Enrique, el hombre, y casi descuida a Quini, el mito. Porque el director no quería hablar de fútbol.

Los cimientos del teatro Jovellanos temblaron de emoción ante el repaso de una vida dura que enfrentó al Brujo con el cáncer en dos ocasiones, que lo convirtió en víctima de un secuestro y que sufrió la pérdida de un hermano, Jesús, con el que tenía un vínculo muy especial. El maestro de ceremonias fue Maxi Rodríguez, colaborador de LA NUEVA ESPAÑA, quien confesó echar de menos a Quini sobre el campo «ahora que el equipo está un poco confuso y encajamos goles hasta en el minuto de silencio».

La película tuvo un presupuesto de 300.000 euros y su primera emisión en televisión será en la TPA, a comienzos de 2013. Además de participar en diversos festivales, se distribuirá en pequeñas salas comerciales y varios países extranjeros como Japón y Qatar, que se han interesado ya en ella.

Quini es una leyenda en Gijón y tal parece que todo Gijón quiso arroparlo en un momento importante. Allí estuvieron su familia más cercana: su mujer, Mari Nieves, sus hijos; su hermano Falo, quien confesó que «es un día muy especial para nosotros» y valoró que «es un poquito dura». Falo admite que «pensamos que no la iba a hacer, pero lo apoyamos en todo» y cree que Quini se merece «el balón de oro de la vida» por todo lo que ha pasado.

Desde media España llegaron el resto de protagonistas de la película. Jorge de Haro, el policía que rescató a Quini de su secuestro; Juan Luis Ribes, médico que trató a Quini en el Instituto Oncológico de Cataluña; Manuel Díaz, el guardia civil que intentó reanimar a Jesús Castro sobre la arena de la playa de Pechón, y Rubén Martínez, músico del grupo «La Vidriera Irreverente», que ensaya en el zulo en el que Quini permaneció secuestrado.

El Sporting también estuvo bien representado. Con José Ramón Sandoval y su cuerpo técnico a la cabeza y con una nutrida representación de la plantilla: De las Cuevas, Iván Hernández, Canella, Lora, Gregory, Bilic, Borja López, Juan Muñiz, Pedro Orfila, Raúl, Ricardo, David Rodríguez, Hugo Vieira, Carmona... entre otros. También estuvieron el director de la Escuela de Fútbol de Mareo, Pepe Acebal, y el presidente de la federación de peñas, José María Suárez Braña. A nivel institucional estuvieron presentes todos los grupos políticos, comenzando por la alcaldesa, Carmen Moriyón, y los concejales Fernando Couto, Carlos Rubiera y Rafael Felgueroso; el director general de Deportes, José Ramón Tuero, y el popular Manuel Pecharromán. No faltaron personajes de la vida pública asturiana como el psicoesteta Ramiro Fernández, el cocinero Pedro Morán, o el ex árbitro Mejuto González. La nómina de ex futbolistas estuvo bien nutrida con Rafel Biempica, Enzo Ferrero, Mino, Juanjo, Juanma, Marcelino Elena y Cundi, entre otros. Otras caras conocidas fueron la de Manu Preciado, hijo del que fuera entrenador rojiblanco y su viuda, Arancha Arbolí, quien afirmó: «Quiero mucho a Quini y él se merece todo esto». También estuvieron presentes el ex director deportivo rojiblanco Rosendo Cabezas, que viajó expresamente desde Sevilla, y Daniel Gutiérrez Granda. Una alineación de lujo que encabezan la humanidad de Quini, el hombre, que no el mito, y su enorme bonhomía.