Nunca sabremos quién fue el ciudadano a quien un médico privó ayer de pasar a la historia como el primer paciente atendido en el servicio de urgencias del nuevo Hospital Universitario Central de Asturias (HUCA). El enfermo estaba en su coche, en uno de los aparcamientos del edificio de La Cadellada. Eran las ocho menos cuarto de la mañana. Al mismo parking llegó otro coche. Nuestro hombre se dirigió al recién llegado:

-Oiga, ¿ya habrán abierto las urgencias?

-No, faltan quince minutos. ¿Qué le pasa?

-Mire cómo tengo el ojo de enrojecido.

-Pues mire, yo soy médico de urgencias y creo que lo mejor es que lo atiendan en el ambulatorio de la Lila.

El hombre se mostró sumiso y su intento de pasar a la historia se quedó en una pretensión frustrada. Seguramente en la Lila resolvieron su problema con absoluta competencia, pero qué duda cabe de que con mucho menos "glamour" y sin una historia que contar a los nietos.

En efecto, a las ocho de la mañana de ayer, la sanidad asturiana vivió el momento histórico de ver cómo un hospital cuyo coste global ronda los 500 millones de euros abría su servicio de urgencias y ponía en marcha la maquinaria para ingresar enfermos. Justo a esa hora aparecieron en taxi las primeras pacientes, que fueron atendidas en el área de ginecología. Doce minutos más tarde, llegó el primer niño a las urgencias pediátricas, que en el nuevo HUCA -al contrario que en el viejo recinto- están anexas a las de adultos. A las ocho y media arribó la primera embarazada (más tarde llegaron dos más).

Eran las nueve y veinticinco de la mañana cuando arrancó el segundo epígrafe de la histórica jornada: comenzaron a llegar en ambulancias y uvis móviles, y a ser ingresados los pacientes que permanecían hospitalizados en el viejo HUCA del Cristo. Un barrio que, después de 53 años sumergido en el bullicio sanitario, comenzaba a experimentar lo que es el silencio cósmico que genera la desaparición de una ciudad sanitaria por la que se mueven diariamente entre 10.000 y 15.000 personas.

A última hora de ayer estaban ingresados en el nuevo Hospital 71 pacientes en un edificio dotado de 994 camas. A las seis de la tarde, en urgencias habían sido atendidos 179 enfermos. Está previsto que el proceso de traslado de los 193 que aún permanecen en el viejo hospital sea gradual y concluya pasado mañana, martes. Los desplazamientos de ayer, fuertemente escoltados por agentes de la Policía Local y de la Guardia Civil de tráfico, se desarrollaron con mayor rapidez de lo esperado, entre otras razones por el escaso tráfico propio de un sábado por la mañana.

Después de unos meses dando servicios diagnósticos, terapéuticos y de consultas, por fin entraba en pleno servicio el nuevo buque insignia de la sanidad pública asturiana. Un enorme transatlántico que, como era previsible, sufrió los efectos de lo que significa un cambio simultáneo de escenario de trabajo y de sistema informático. Hasta ocho horas hubieron de esperar algunos pacientes de urgencias, principalmente a causa del programa "Millennium". Se trata, probablemente, de una aplicación de alta calidad (no en vano es la que utilizan la todopoderosa Clínica Mayo de Estados Unidos y otros hospitales punteros a escala mundial), pero aún necesitada de ajustes y -hay unanimidad al respecto- engorrosa para los profesionales del HUCA. Varios de ellos asumían ayer mismo que necesitarán meses para familiarizarse con el programa, "sobre todo en el apartado de prescripción de medicamentos". "Para pasos sencillos hay que cliquear muchas veces", señalaba un facultativo.

Un profesional abundó en la descripción de algunas claves del problema. "Ha habido esperas enormes, de hasta ocho horas, porque el programa no integra los resultados de la analítica en el informe de alta, y hay que dar al enfermo por separado cada uno de estos documentos", indicó. A lo largo de la jornada, agregó la citada fuente, se vivieron algunos momentos tensos, como el propiciado por "la llegada casi simultánea de dos pacientes en situación crítica". De hecho, fallecieron dos varones: uno, de avanzada edad, y otro, un joven aquejado de un tumor cerebral.

"Está claro que con el programa informático tienen que ponerse las pilas, porque ralentiza el trabajo y todos los profesionales se quejan", explicó el ovetense Jacobo Fernández Pérez, quien vio cómo la atención a los problemas respiratorios de su hija Naia le suponía cuatro horas en urgencias, "el doble de lo habitual en el hospital viejo". Cuatro horas "para una radiografía y darle el 'Ventolín'", precisó. Eso sí, "el trato fue muy bueno y todos nos pidieron disculpas".