Messi, en cuanto genio, es insustituible, pero su liderazgo en el equipo admite aspirantes a cubrir su eventual vacante, como ocurre ahora, cuando está lesionado. En el escalafón barcelonista, ninguno más cualificado que Neymar. Ayer en El Molinón el brasileño no dudó en ejercer de jefe. Se movió por todo lo ancho del ataque y alternó intentos de jugada individual con combinaciones en corto y pases en largo. Suyo fue, por ejemplo, el que buscó a Sergi Roberto en la banda derecha en la jugada que supuso el 0-2 para el Barcelona. Como rematador apareció en los últimos diez minutos del partido, contribuyendo de forma decisiva a demoler a un Sporting al que la expulsión de Lora había dejado cuarteado. En el minuto 80 se hizo con el rechace de un remate de Alcácer al larguero para marcar el 0-3. Era fácil hacerlo, pero él supo adornarlo. En el minuto 87, con el Sporting ya desarbolado, se coló por la izquierda a pase de Denis Suárez para marcar el 0-5. Y todavía pudo incrementar su cuenta en el minuto 91 con un cañonazo desde fuera del área que dio en el poste izquierdo de la portería de Cuéllar. Rápido, intuitivo, con abundantes recursos técnicos, Neymar dejó su impronta en el partido.