La épica atribuye una inteligencia superior a los mejores ladrones, a aquellos que han encontrado refugio en la posteridad, especialmente a los que esgrimen el talento, y no la violencia, como principal argumento. También sucede en el fútbol, donde muchos de los mejores centrocampistas se han convertido en grandes recuperadores de balones, quizá por su facilidad para intuir el pase que está por venir. Es el caso de Sergio Álvarez Díaz (Avilés, 23-1-92). El centrocampista del Sporting encaja de pleno en el perfil del ladrón de guante blanco. Podría incluso decirse de él que es el cerebro del robo en el Sporting.

Sergio encabeza la estadística de balones recuperados en esta farragosa Segunda División. El avilesino ha hurtado ya 48 pelotas a los rivales del Sporting. Más que ningún otro jugador de la categoría. No es algo nuevo. Sergio es un especialista en esta tarea, que además la hace con una exquisita elegancia. No es casualidad, por ejemplo, que no haya visto ni una sola amonestación en los seis encuentros jugados. Sergio no gusta de emplear la violencia. Sus robos son limpios. Por ello, sólo le han señalado siete faltas en contra en lo que va de temporada, por las diez que ha recibido. También para el robo se valora la elegancia.

Los números evidencian lo que ya se sabía: que Sergio es una pieza fundamental de este Sporting. Lo sabe bien Paco Herrera, que lo ha mantenido siempre sobre el césped y sólo le dio un respiro en la Copa. El avilesino lleva acumulados, junto con el también capitán Canella, todos los minutos disputados en lo que va de temporada.

Pero Sergio es mucho más que eso. En su octava temporada en el primer equipo (bien es cierto que en la de su debut jugó sólo un partido), Sergio se ha convertido en el alma del Sporting. El avilesino es quien marca el paso, el ritmo al que se mueve el equipo. Su tarea es casi siempre oscura y, en su nuevo rol, como ancla entre dos líneas de cuatro, queda poco espacio para el lucimiento. A pesar de que en temporadas anteriores, Sergio había mostrado cierta capacidad para el disparo y la llegada, este año las obligaciones defensivas apenas le dejan margen para alegrías. Tanto es así, que Sergio no ha ensayado ni un sólo disparo en lo que va de temporada. Tampoco ha repartido ninguna asistencia.

Este ha sido siempre el estigma que ha perseguido al avilesino a lo largo de su carrera. A Sergio se le pide que de un paso al frente en la organización del juego, aunque compensa esa falta de fluidez con un generoso trabajo. Eso sí que nunca ha estado en discusión. Sergio es de esos jugadores que predican con el ejemplo, que nunca se dejan nada dentro. Con todo, Sergio acumula ya 288 pases esta temporada, es decir, que promedia 48 por partidos. Una cifra estimable en este hosco fútbol de plata.

Para un niño que ha ido ascendiendo los peldaños de Mareo, la trayectoria de Sergio en el primer equipo es el mejor ejemplo. Han pasado ya siete años desde que Manolo Preciado le diese la alternativa en el último partido de la temporada 2009-10. Fue un 16 de mayo en El Sardinero. Desde entonces, Sergio ha completado ya 157 partidos oficiales con la camiseta del Sporting, de los que ha sido titular en 147 y ha jugado completos 118. En este tiempo, ha anotado nueve goles, alguno de ellos trascendentes como los anotados en Getafe y en el último partido de hace dos temporadas ante el Villarreal en El Molinón, que valieron media permanencia. En toda su carrera sólo ha sido expulsado en una ocasión y fue de manera injusta en aquel atraco que el Sporting sufrió en Granada en la temporada 2015-16 y que provocó la ira de Abelardo, en una escena que dio la vuelta al mundo. El dudoso honor le correspondió a Estrada Fernández.

Sergio le da un valor añadido al Sporting menos asturiano de los últimos años. Junto a Canella, Carlos Castro y Pablo Pérez, Sergio aporta las señas de identidad al vestuario. Él, como nadie, ha mamado los valores del Sporting y de Mareo. Sergio ha tenido muchas ocasiones para dejar el Sporting, las últimas este verano, cuando le han tentado algunos equipos de Primera, pero siempre ha esperado a la oferta rojiblanca. Incluso hubo un día en que alguien quiso echarlo de su casa.