La baja de Sergio fue cubierta, como estaba cantado, por Moi Gómez y Carmona, con lo que Bergantiños navegó solo entre dos líneas de cuatro y el Sporting se quedó a medias de todo. Defendió mal y atacó peor. Construir el juego, directamente no fue una opción. Álex Pérez se arrobó la responsabilidad de dar salida a la pelota, en parte por su atrevimiento, pero también porque el Cádiz invitaba a ello sabedor de una rápida recuperación. El Sporting sigue sin un cerebro, mientras Rachid se marchita en el banquillo y los guajes del filial ven cada día más lejos la puerta del primer equipo. No hay forma de tirarla abajo cuando te la están blindando con ocho candados.

El Sporting le dejó la pelota a un Cádiz que tampoco la quería, pero que supo gestionarla mejor que los rojiblancos. Con seis futbolistas guardando la posición, Álvaro Cervera desplegó sus alas y su equipo voló. Mención especial para Salvi, una flecha que estuvo en todo lo bueno de los amarillos.

Un nuevo gol en una estrategia mal defendida aireó las vergüenzas del Sporting. Garrido cabeceó a bocajarro. Inapelable para Mariño. Tras el gol vinieron los mejores momentos del Sporting con dos únicas llegadas: un remate que Santos estrelló en el portero y una anticipación de Scepovic que provocó la estirada abajo de Cifuentes. El Cádiz controló el arrebato rojiblanco y se adueñó de la situación en pocos minutos. Hubo otro conato de reacción a la vuelta del descanso que fue rápidamente sofocado.

El Sporting quería dar un paso adelante y dejó pista libre a Salvi para un nuevo despeje. De extremo a extremo, su centro lo embocó Álvaro anticipándose a Calavera. Mientras Paco Herrera iba atendiendo las peticiones de la grada con sus cambios, el Sporting quiso, pero ni pudo ni supo. No hubo ni un remate a palos de los rojiblancos en todo el segundo tiempo. Lo más cercano fue un disparo de Rachid con la zurda que lamió el poste tras una buena maniobra de Carlos Castro y una dejada de Scepovic.

Para que al partido no le faltase de nada, Álvaro Cervera decidió sacar a Barral, que fue recibido con división de opiniones. El tiburón de San Fernando pidió perdón tras remachar a la red una nueva dejada de Salvi (atento a este extremo Torrecilla), pero el daño ya estaba hecho. La bronca al final del partido retumbó con fuerza y eso que un parte importante de los aficionados no aguantaron el suplicio hasta el final, puesto que el desenlace estaba cantado.

Quizá sea una anécdota o quizá uno más de los síntomas alarmantes que emite el equipo, pero fue muy significativa la ausencia de Paco Herrera durante todo el segundo tiempo. El marrón se lo comió su segundo Ángel Rodríguez, mientras se escuchaban voces en la grada exigiéndole al primer entrenador que saliera del banquillo.

La buena noticia, por decir algo, es que el Sporting está a tiempo de tomar la medicación y de que le haga efecto. Lo ideal sería que el director deportivo le recetase a este equipo algunos reconstituyentes, pero tampoco estaría de más que Herrera tocase teclas para ver que tal suenan, no vaya que afinen más que las actuales. El Sporting tendrá que ganarse fuera de casa los puntos que fue incapaz de defender en El Molinón. El margen se ha agotado y urge levantarse y volver a avanzar.