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Cabos sueltos

Lo que pasó con las aceiteras

Hace más o menos un año y en este mismo rincón del periódico escribí lo poco que me gustaba y lo absurdo que me parecía la orden europea de suprimir las aceiteras de los bares y restaurantes por la sospecha de que los propietarios de esos establecimientos las rellenaban con aceite de dudosa procedencia. La cruda realidad vino a poner las cosas en su sitio: los empresarios que rellenaban las aceiteras con "garrafón" siguen haciéndolo, solo que ahora usan unas botellucas pringosas que todos, admítanlo, hemos tenido alguna vez en nuestras manos. O sea, que la medida no ha sido eficaz. La nueva cruzada de la Unión Europea son las bolsas de plástico, ésas que en lugar de obligar a fabricar biodegradables quieren prohibir, pero sin embargo consienten vender. La cosa es tocarnos el bolsillo, seamos claros, porque si el plástico es un problema ambiental, por qué no retirar del mercado frascos, botes y demás envases, bastante más "indestructibles" que la bolsina del súper.

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