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Concejal de Somos en Avilés

A Suiza por Santa Apolonia

La votación popular para reformar una calle y los diferentes grados de democracia

Bajo el genérico "democracia" se cobijan muchas formas singulares de participación popular en los asuntos públicos. En ninguna de ellas se alcanza el significado literal, son aproximaciones, unas más precisas, otras más groseras. La teoría política distingue entre democracia directa y democracia representativa: la primera es una situación ideal en la que el pueblo, reunido en asamblea, delibera y decide sobre las cuestiones de interés común, en la segunda el pueblo elige a un grupo de personas que serán los depositarios temporales de la soberanía. Son conceptos dialécticamente contradictorios pero admiten la mezcla en proporciones variables.

Imaginemos a una persona que va a comer. Si la cocina es una dictadura comerá lo que le dé un cocinero que no eligió y será presionado para hacerlo por la fuerza. Si es una democracia pura, cocinero y comensal son la misma persona. Entre una situación y otra hay muchas posibilidades, la condición de la democracia formal sólo es que los puestos de cocina sean elegibles. En las democracias que incorporan formas directas de participación podemos elegir a los cocineros, podemos destituirlos, podemos elegir plato en el menú del día e incluso podemos proponer y decidir el plato que saldrá de cocina.

La Constitución del 78 sólo permite elegir al cocinero, y malamente porque ni siquiera garantiza que las opciones más votadas sean las más representadas. No reconoce el revocatorio ni la iniciativa popular directa y el referéndum (sea del ámbito geográfico que sea) es potestad del ejecutivo y obligatorio sólo para reforma total de la propia constitución o los estatutos de autonomía. Es hija de su tiempo. Los redactores del texto fueron cinco señores de derechas y dos progresistas pragmáticos que escribían mientras las organizaciones obreras ofrecían la paz social y los generales, que no habían quitado los retratos de Franco de los cuarteles, decían "¡ya veremos!". La participación popular se limitó a la ratificación en un referéndum que preguntaba "¿sí o qué?". No estaba el horno para bollos y, mucho menos, para cruasanes.

En Suiza, donde el plato típico es la fondue y en una fondue los comensales son también cocineros y sirvientes, todas y cada una de las modificaciones de la Constitución deben ser aprobadas por la mayoría del pueblo. De manera habitual el gobierno central o los gobiernos locales someten a aprobación decisiones importantes. Pero los suizos no sólo aprueban o refutan las propuestas que el gobierno hace, también pueden proponer iniciativas legislativas. La ciudadanía suiza tiene dos derechos reconocidos desconocidos por aquí: el referéndum popular y la iniciativa popular. El primero permite a 50.000 ciudadanos pedir que una ley adoptada por el Parlamento sea sometida a una votación nacional y la segunda permite a 100.000 ciudadanos presentar un proyecto que, de ser aprobado en las urnas, pasa a integrarse en el cuerpo legal.

Los suizos y suizas se han pronunciado acerca de de 562 temas desde la creación del Estado federal, en 1848. En la década de los 90 se sometieron 106 temas a consulta popular y el 18 de mayo de 2003 se alcanzó el record para un día cuando se sometieron 9 proposiciones, 8 de ellas de iniciativa popular. Esta contabilidad se refiere sólo a las cuestiones federales, en los cantones y comunas (municipios) hablamos no de cientos sino de miles de iniciativas y consultas.

El 15-M planteó las limitaciones de la democracia formal nacida de la constitución del 78 y la necesidad de abrir un nuevo proceso constituyente. "Lo llaman democracia y no lo es", esa fue la consigna del momento. Las luchas de los movimientos siempre traen algo, aunque tarde en alumbrar. Ahora, el PSOE quiere venderse como producto nuevo y, a pesar de lo que opina el millonario Felipe González, elige candidatos por primarias e impulsa consultas ciudadanas. Pasa que la fusión con las instituciones y los consejos de administración de las empresas oxida y no acaban de hacer bien las cosas. En la consulta de Santa Apolonia, la crítica que hacen muchos vecinos y vecinas es que no hubo un debate previo para proponer opciones y prioridades. Es la democracia del que elige el menú del cocinero y sólo para los postres, hasta ahí pueden llegar.

Seguro que a nadie le va a quitar el sueño decidirse por rotonda o cruce, aglomerado o baldosa, pero la consulta es un hito en nuestra pequeña historia democrática, y eso es lo sorprendente. Por Santa Apolonia estaremos un minuto más cerca de Suiza. Bon appetit.

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