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Saúl Fernández

Tres hombres sin piedad

"No hay tristeza mayor que estar con todas las circunvalaciones del cerebro trastabilladas, con el torso y las extremidades agotadas, con los órganos ardientes y cargados de plomo, y el corazón rebosante de consternación debido a haber, quizás, perdido una pelea que todos decían que hubieras debido ganar". Lo dejó claro Norman Mailer: no hay manera de ser un tipo duro. El novelista norteamericano sentenció a la mitad del género humano: "Los hombres duros no bailan". Y ya que no bailan, tampoco lloran, ni se lamentan, ni nada... Los tipos duros son artistas del hambre, hambre y desastre... y todo por tener que ser a la vez "tipo" y "duro", que no son naturalezas obligatorias ni consecutivas... Que lo he visto en "Pánico", la comedia del escritor finés Mika Myllyaho que se estrenó el viernes pasado en el teatro Palacio Valdés y que cosechó aplausos y carcajadas. Tres hombres sin piedad y ningún biberón. Los hombres siguen siendo hombres porque también tienen oportunidad de practicar el dulce lamentar de los pastores. Y eso mola. Que no todo va a ser encender cerillas con los dientes.

Lo mejor de "Pánico" es trasponer los clichés y transformar "Sexo en Nueva York" en una comedia masculina, de hombres... pero tan enamorados y tan débiles como las chicas burguesas que se recorren la Gran Manzana a la caza de aplausos, besos y versos. Que la vida es un poema que se alarga, sílabas que esconden tiempos desolados, que no todo es tan fácil como nos lo habían contado.

Los estrenos nacionales son funambulistas sobre acantilados profundos. Pasó antes de anoche. Y es natural: primera función, primera toma de contacto con el público. El de Avilés se ha acostumbrado a ser el primero en probar los platos. Y a veces se los encuentran fríos, ardientes o acalorados. "Pánico" es una comedia dramática con vistas altas: un buen texto, una buena adaptación, una dirección correcta. Los tres actores acaban de aterrizar en la función, pero la conexión venidera está a la vista. "Pánico" tiene los ingredientes adecuados para terminar con estrellas Michelin. O lo que sea. Tres hombres frente a sus debilidades. Y esas se notan, sobremanera, cuando los tres tratan de desentrañar el mandamiento de la chica de una de ellos, la que causa la acción que se desarrolla durante la comedia. Los chicos son malos porque no son capaces de entender qué hay en la vida de las otras. La comedia toma armas de Woody Allen -"Hannah y sus hermanas", por ejemplo- y desfila acompañadas psicoterapias y espejos de gran niebla.

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