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Escritor

Prohibido cantar

De la evolución que han sufrido los letreros que cuelgan en las paredes de los bares

Los chigres y los bares han cambiado muchísimo. No se parecen en nada a lo que fueron hace unos años. Ahora sirven tapas en platos cuadrados y donde ponía "Se prohíbe cantar" pone "Prohibido fumar". Casi todo es distinto. Lo único que sigue igual son los baños. El otro día entré en uno y estoy por apostar que la mosca gorda y azul que daba cabezazos contra el ventanuco oxidado que había encima del inodoro era la misma que hace veinte años intentaba salir de allí. Ya sé que las moscas no duran tanto tiempo, pero si no era la misma sería de la familia, la hija o la nieta, porque tenía un parecido asombroso.

La nostalgia nos lleva a cosas así; es manipuladora y frustrante. Dicen que recurrimos a ella cuando presentimos el futuro vacío. Lo que yo presentía era una necesidad imperiosa de hacer aguas menores. Por eso entré en aquel chigre y me vino a la memoria lo que dijo Faulkner: "El pasado no está atrás ni olvidado, ni siquiera estoy seguro de que esté en el pasado". Bien dicho.

La prueba es que, en la tele, aparecen una y otra vez las mismas películas de cuando éramos niños. Tal vez por eso, volví a encontrarme con el letrero: "Se prohíbe cantar". Eché de menos que no estuviera acompañado de otro que siempre estaba a su lado: "Se reserva el derecho de admisión".

Digo que lo eché de menos porque, cuando era niño, pasé mucho tiempo sin comprender el significado de aquella frase. Y me intrigaba no saben hasta qué punto. La otra no. "Se prohíbe cantar" para mí estaba claro. Imagino que le encontraba sentido porque como aquí llueve tanto tiene su lógica. También la tiene otro letrero que recuerdo porque debió parecerme sensato: "Prohibido blasfemar sin motivo".

Repasando algo tan simple como los letreros de los bares pensaba que ya va siendo hora de olvidar ciertas cosas pero, luego, al recordar mi infancia y mi juventud no pude evitar el reproche hacia aquellos energúmenos que lo prohibían todo. Porque lo de prohibir cantar en los bares no creo que viniera de la Sociedad General de Autores.

Lo curioso es que ahora, cuando apenas queda ninguno de aquellos letreros, a casi nadie se le ocurre ponerse a cantar en un bar. Solo unos pocos, como los clientes del bar "La Eritaña", se rebelan contra la vieja prohibición y todos los lunes disfrutan cantando tonada, habaneras y lo que se tercie.

También es partícipe de la rebelión la asociación folklórico-musical "Villa y Condado de Noreña", que ya va por la octava edición de un certamen tan curioso como: "Prohibido cantar... desentonáu". Así se denomina. Todo un acontecimiento en el que participan las sidrerías, bares y chigres de la localidad, reviviendo lo que, al parecer, era una costumbre burguesa: cantar después de beber, o a los postres de una buena comida.

Ya sé que la gente seria no suele fijarse en estas cosas, pero cualquier tarambana nostálgico que tenga mis años, o alguno menos, no solo se fija sino que habrá aprovechado, alguna vez, para disfrutar y regalarse los sentidos, literario y estético, con las prohibiciones y los mensajes, esmeradamente enmarcados o pintados en azulejos de colorinos que todavía encontramos en algunos bares. Mensajes que no todos son prohibitivos o han desaparecido. Los hay simpáticos como uno que vi hace poco: "En este bar no tenemos wifi, hablen entre ustedes".

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