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La espinera

El héroe de San Petersburgo

La reacción de la población tras el reciente ataque terrorista en la ciudad rusa

Ignoro por qué ciertos lugares, por muy lejanos que estén, impregnan para siempre nuestra alma. Poco importa que San Petersburgo se encuentre a miles de kilómetros, siento un vínculo inexplicable y especial con esa majestuosa ciudad.

San Petersburgo, anteriormente denominada Leningrado, aún puede seguir siendo considerada como "la ventana rusa hacia Occidente". Protagonista de rebeliones, acoge hoy numerosos monumentos declarados Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. El Museo del Hermitage en el Palacio de Invierno es un lugar inolvidable para los amantes de la pintura y las antigüedades y uno de mis museos favoritos. Sin embargo, la visión que me embarga la mayor emoción asociada a San Petersburgo es la del río Nevá con la fortaleza de San Pedro y San Pablo al fondo y los cambiantes azules de sus aguas: acero y cobalto en los numerosísimos días nublados, el índigo asomando entre el hielo y el ópalo en los días más cálidos.

Lamentablemente, en la tarde del pasado 3 de abril, la sangre salpicó a San Petersburgo. Se produjo un atentado terrorista, una explosión entre dos estaciones muy concurridas en una línea del metro. Hubo al menos catorce muertos y más de cuarenta heridos. Parece que a pesar de ese "infierno bajo tierra", como lo han calificado algunos, la solidaridad y la calma protagonizó la actuación de muchos ciudadanos dispuestos a colaborar en lo que fuese necesario. No en vano, San Petersburgo es conocida también como la Ciudad Heroica. Mención especial se merece, a mi juicio, la valentía del maquinista a los mandos del metro que sufrió el ataque, pues a pesar de ser consciente de la explosión y de la posibilidad de que pudiera producirse otra, no paró el convoy y continuó hasta llegar a la siguiente estación, lo que permitió evacuar a los heridos, salvar vidas e impedir que los viajeros huyesen por los túneles de no haber continuado la marcha, lo cual sí que habría podido producir numerosas víctimas y un caos absoluto.

Hay conductas inhumanas y salvajes que nos hacen cuestionar o renegar de nuestra esencia como pobladores de la Tierra; pero, afortunadamente, también hay otras como la del maquinista, el héroe anónimo de San Petersburgo, que nos devuelven la satisfacción y el orgullo de pertenecer al género humano. Me quedo con esa proeza y con la visión del azul cambiante del río Nevá.

Sé que se sucederán las noches blancas y la nieve en San Petersburgo y también sé que su héroe jamás será olvidado.

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