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Los últimos druidas

Dignidad y reconocimiento

Fueron tiempos muy duros de dolor, hambre y luto en los que hombres y mujeres hubieran querido mejor no haber nacido. Todos tenían la muerte entre las manos y al menor descuido la Dama del Alba los visitaba sin previo aviso. Por estos valles la tragedia perduró hasta los primeros años de los cuarenta. En pozos, cunetas, cuevas, fosas, troncos de árboles, muros de camposantos y en el lugar más insospechado caían a balazos -sin ningún juicio, ni justo ni injusto- quienes había defendido la libertad y la democracia; o peor aún, por una inquina y denuncia vecinal. Unos vándalos y mal nacidos han pintado de azul el monolito de Cotarrén (Entrago de Teverga) que se había erigido para recordar su memoria y mostrar a las generaciones venideras que antes de la lucha está el don de la palabra, la tolerancia y el respeto. La Paz y la Libertad -junto con el verbo- es lo más bello y grande que le pudo acontecer al ser humano.

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