El acto de entrega de los Moscones de Oro de este año 2015 fue, sin duda, muy especial porque cumplimos nuestras bodas de plata. Hace 25 años nacía la asociación "Amigos de Grado" fruto del espíritu de participación y de la vocación profundamente social de sus impulsores. Ese espíritu y esa vocación se han proyectado a lo largo de este último cuarto de siglo sin volver nunca la cara del objetivo que guió nuestros primeros pasos: fomentar el espíritu comunitario en colaboración con las instituciones.

Aunque parezca que fue ayer cuando nacimos, un cuarto de siglo, recapitulando año a año da para muchas cosas. Todo empezó en aquel cercano-lejano 1990. Quedaban todavía más de veinte años para que los diseñadores del marketing institucional del gobierno sacaran a la luz la marca España. Pues bien, dos décadas antes de la marca España, un grupo de moscones, consciente de la necesidad de inventar la marca Grado, sin etiquetas de ningún tipo, inició una travesía a bordo de un humilde bajel que, tras atravesar mares agitados de todo tipo de oleajes, llegó al pasado 3 de octubre de 2015 con todo su velamen desplegado y sin perder el rumbo.

Ambición, sueño y afán. Ambición de potenciar Grado hacia el exterior, hacia el resto del Principado de Asturias, de España y del mundo. Sueño de recoger sinergias y estímulos de un mundo a principios de la última década del siglo XX que avanzaba de modo imparable hacia la globalización. Afán de enriquecer nuestra vida comunitaria para dejar atrás inservibles mitos de un localismo sin horizontes. Todo ello cristalizó en una asociación que ha marcado nuestras biografías personales y quiero creer que también a la sociedad civil moscona.

Y nacieron los Moscones de Oro en 1993, siendo nuestros primeros premiados un atleta, el plusmarquista mundial y campeón olímpico cubano de salto de altura Javier Sotomayor, en categoría internacional, y el periodista moscón Valentín Andrés Álvarez-Corugedo, en categoría local. Desde ese año, los premios se han entregado de modo ininterrumpido.

Nueve años después del momento fundacional, en 1999, nacía la Semana Cultural, que este año ha alcanzado su XVII edición. La Semana Cultural gira en torno a la actividad de los premiados y así, desde su primera edición, su temática ha sido protagonizada por materias diversas.

Durante un tramo fundamental de esos cinco lustros de existencia, concretamente durante dieciséis años, una persona, nuestro presidente Javier Prada Fernández, marcó un antes y un después. Un antes porque con él profundizamos en la proyección externa de la asociación y se acentuó la vocación comunitaria que siempre ha sido un objetivo preferente en nuestros estatutos fundacionales. Un después porque las líneas maestras diseñadas durante su mandato han dejado claramente trazado el surco por el que vamos a transitar en el futuro, y que no es otro que devolver a la sociedad moscona lo que ella generosamente, año a año, nos entrega.

Y siempre sobre nosotros gravitará la figura irrepetible de Javier, con el que emprendimos la más maravillosa empresa que esta asociación podría emprender: dotar a nuestra Escuela Municipal de Música de unas instalaciones que dignificasen la docencia musical en la comarca de Grado. Por todo ello, la asociación se propuso, desde su papel de dinamización social, instar a las instituciones oficiales a recuperar el edificio de un entrañable centro académico abandonado desde hacía más de cuarenta años. Hoy la Escuela Municipal de Música, instalada en el antiguo colegio Sagrado Corazón en el barrio de La Cruz, es la joya de la corona de nuestros sueños hechos realidad.

Pero aún existe una tarea por delante que ocupa nuestros desvelos, y es la construcción del auditorio, proyectado en los terrenos anexos de la Escuela de Música como el principal espacio escénico municipal, una instalación imprescindible para las actividades artísticas que lo precisen y para todo tipo de actos institucionales, sociales y privados. Esa apremiante necesidad del auditorio es un clamor popular. En los últimos años esa carencia ha limitado la propia evolución de la Escuela de Música y es un claro obstáculo para las artes escénicas.

Me place decir, como broche, que durante cinco lustros de existencia la asociación ha estado por encima de los matices ideológicos que necesariamente deben nutrir a una sociedad democrática. Tanto desde la derecha, la izquierda o el centro, siempre hemos encontrado sensibilidad y comprensión hacia nuestras iniciativas. Esa sensibilidad y comprensión confiamos que se renueven en un futuro porque así lo exige una cabal defensa de los intereses de todos los moscones. Estimular y promover esa defensa fue, a fin de cuentas, la semilla sembrada en el tan cercano-lejano 1990, y es en la actualidad la razón de la existencia de la asociación Amigos de Grado.