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Estampas navetas

Otras cosas y el bar El Recreo, de Carancos

La muerte de la hostelera Meri Rotella

Superar la cuesta de la segunda mitad de febrero presentó serias dificultades, pues en los días transcurridos fueron muchos los vecinos que nos dejaron, como prueba la relación siguiente.

Comienza el día 15, cuando falleció en Oviedo María Teresa Robediello Ordóñez. Tenía 100 años, y era viuda de Mario Palacio Fernández, de cuyo matrimonio fueron fruto tres hijas; María Dolores, María Teresa y María Ángeles. María Teresa fue una mujer menuda y muy activa, que hasta hace bien poco cultivaba con esmero su huerta en Paraes y, en cuanto a su esposo, Mario Palacio, cabe decir que fue compañero del que suscribe en la Compañía de los Ferrocarriles Económicos. Estimado amigo, fue también un naveto de corazón, que defendió, en sus años mozos, la camiseta del Europa, ya en los tiempos en los que el campo de juego era el del Gorgoyu.

Luego, el 17 finaba, también en Oviedo, Santiago Lorenzo González "Santi", a los 75 años. Deja a su hija, Inés, y a cinco hermanos: Carmen, Lita, Juan, Covadonga y Gelinos. Yo lo conocí allá por los cincuenta y tantos del pasado siglo, cuando, con su padre y familia, montaba el Salón de Tiro Santiago Lorenzo en Ceceda, con motivo de las fiestas del Carmen. Luego trabajó Santi en Alemania varios años siendo, tras su regreso, taxista en Nava. Seguidor del Racing de Santander, por origen, y vecino de portal, mantuvo después un puesto de golosinas en el antiguo campo de Grandiella, que también llevaba a alguna romería y, por último, fue directivo del Club Europa durante un tiempo.

Después, el 19, fallecía María Fernández Pérez, más conocida como "Marujita", de familia muy ligada a Ceceda, en cuyo camposanto parroquial descansa, y, el 20, finaba en Porceyo (Gijón) América Rotella Miranda "Meri", a los 96 años.

Meri, que era viuda de José Antonio Redondo Cueto "Toño", con el que tuvo dos hijos; Florentino y María del Carmen, fue muy conocida en su tiempo por regentar, en Carancos, el Bar El Recreo, situado en el punto en el que, por entonces, la carretera se bifurcaba en dos ramales; uno, a la derecha, en dirección a Coya, y el otro, a la izquierda, en dirección a Ceceda. América, y familia, se hicieron cargo del bar en 1957, y se mantuvieron en él hasta 1984, según nos informa su hijo, Florentino, nacido en 1945, y hay que decir que el establecimiento contaba con salón de baile y bolera, y también sirvió comidas, especialmente en el tiempo de construcción del tramo Pola de Siero-Infiesto de la Nacional 634. Por otra parte América era hija de Ceferino y de Trinidad, ambos naturales de Acebéu (San Román de Villa-Piloña), y tuvo como hermanos a Isolina, Claudia (melliza con ella), Argentina, Ricardo y Ceferino, todos ya fallecidos.

Y, por último, el 21 finaban dos mujeres: Vicentina y Dolores. La primera, Vicentina Noriega Ardisana, lo hacía en su casa de La Vega de Tresali, a los 77 años. A Vicentina, que estaba casada con Felipe Marcos Vía, de cuya unión nacieron Pablo, Irene y Ana, resultaba fácil verla por las calles de la villa, siempre en compañía de su cuñada, Mari Carmen, mientras su marido, Felipe, quedaba en el coche leyendo el periódico. También hay que decir que Vicentina estuvo ocupada durante bastantes años en el taller en el que Blanca Huerta impartía enseñanza de costura y confección en su casa de El Empalme, taller y enseñanzas que, por cierto, gozaron de prestigio en su tiempo.

Mientras la segunda, Dolores Ordóñez de la Parte "Lola", lo hacía en Oviedo, a los 58 años. Nacida en la casa del Ángel de la Guarda, en La Polenava, Lola era, como es sabido, hija de Pepe y de Tita, y hermana de Pepa, Chinto, Juan, Fernando, Guzmán, Cristina, Lelo y César, y estaba casada con Benigno Mortera, con el que tuvo dos hijos, Cristina y Sergio. Podemos añadir que trabajaba en Canon, que vivía en Verdiciu y que era la heredera, también, de las habilidades culinarias de su madre, Tita, sobre todo en lo tocante a la elaboración del lacón relleno, en la que, según opinión general, era una especialista destacada.

En otro orden de cosas, anotamos que han llegado las heladas y que, aunque por el día el cielo esté despejado y brille el sol, lo cierto es que apenas percibimos su influencia, pues las temperaturas se mantienen bajas y la brisa, gélida e inmisericorde, nos afeita el focicu, como decimos por aquí.

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