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Francisco Palacios

Pasado imperfecto

Francisco Palacios

La larga duración del régimen franquista

La necesidad de una historia crítica y rigurosa que supere las meras opiniones y los juicios apasionados

Se han cumplido el pasado viernes cuarenta años de la muerte de Franco. Y una vez más se plantea el conflicto entre una memoria personal y selectiva y una historia crítica y rigurosa, que supere de una vez las meras opiniones y los juicios apasionados sobre el personaje y su época. Creo que es una cuestión de tiempo.

Uno de los rasgos más destacables del régimen franquista es sin duda su larga duración. Habría que remontarse hasta Federico II el Grande, en el siglo XVIII, para encontrar un gobernante europeo con más años en el poder que Franco. Y en España tendríamos que retroceder hasta reinado de Felipe II, en el siglo XVI

Varias razones explican que Franco detentara el poder durante casi cuarenta años Creo que la primera y determinante se deriva del nuevo orden político surgido tras la Segunda Guerra Mundial, aunque las grandes potencias aliadas hayan mostrado en principio una actitud abiertamente hostil hacia la dictadura franquista.

Así, en 1946, Francia, Estados Unidos y Gran Bretaña proclaman que el régimen de Franco es "una amenaza potencial para la paz internacional", inclinándose por la superación "no violenta" del franquismo. Asimismo se veta el ingreso de España en la ONU y se recomienda el cierre de embajadas en Madrid. Fue sin duda un año crucial para la subsistencia del régimen, al que se condenaba por su afinidad con los fascismos derrotados, así como por su falta de legitimidad política: alzamiento militar, guerra civil, régimen dictatorial, exclusión política, represión indiscriminada.

Pero, en las relaciones internacionales, la fuerza de los intereses predomina siempre sobre principios considerados incuestionables. De modo que según avanzaba la guerra fría y se iban conformando los dos grandes bloques geopolíticos ( capitalista y comunista), el franquismo se convertía en un estratégico fortín anticomunista. Para los aliados ya no era prioritario democratizar España. Esa coyuntura posibilitó el gradual reconocimiento del franquismo a escala internacional, llegando su confirmación con la firma de los Acuerdos con los Estados Unidos y del Concordato con el Vaticano en 1953. Dos años después, España era admitida en la ONU.

Sin embargo, los resultados económicos eran bastante menos halagüeños: hasta 1953, España no alcanza el nivel de vida de la preguerra. Y a finales de esa década, el régimen estuvo al borde la bancarrota y de la suspensión de pagos a nivel internacional. Fue entonces cuando el gobierno dio un giro radical en su política económica, pasando de la rígida autarquía de los primeros tiempos a la liberalización con los planes de desarrollo, con el resultado de un significativo y sostenido crecimiento económico durante varios años.

Pero los planes de desarrollo conllevaban duros sacrificios para las clases populares. (A propósito, los obispos españoles hacen pública una declaración apoyando a los obreros "que tienen remuneraciones a todas luces insuficientes"). Como reacción, por ejemplo, en la primavera del 62 estallan con fuerza las huelgas de los mineros asturianos, que se extendieron a otras zonas industriales de España. Huelgas que no sólo tuvieron una gran resonancia internacional, sino que dejaron muy debilitado el poder de los sindicatos verticales, un elemento fundamental de las instituciones franquistas.

Desde principios de los años setenta, el anquilosamiento de la dictadura era muy evidente. Y no sólo por la decrepitud del dictador. La acumulación capitalista y la dinámica sociopolítica que se había alcanzado en aquellas fechas habrían favorecido la transición hacia un régimen democrático.

En definitiva, sobre la longevidad del franquismo hay cada vez más historiadores que no admiten el mito de que el pueblo español haya sido activa y mayoritariamente antifranquista. Un sector de la población apoyó al régimen; otro sector se acomodó a las circunstancias. Sólo una minoría se opuso abiertamente, incluso en los tiempos más difíciles. La prueba es que Franco murió en la cama.

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