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Efectivo en ataque, valiente para defender

Los azules al fin entendieron que pueden ser ordenados lejos del área de Esteban

El Oviedo entró en la Liga con buen carácter. Como el afable ciudadano de las películas americanas que, nuevo en el vecindario, invita a una barbacoa en el jardín de su casa. Los de Egea se convirtieron rápido en animadores en su nuevo hábitat. Pero a las pocas semanas se cansaron de su rol. Decidieron que era demasiado alegre, que no le daría tantas alegrías como pensaba. Que les iría mejor siendo desconfiados. Puso doble cerradura en la puerta, contraventanas y contraseña a su wifi. Se volvió más reservado pensando que eso le llevaría al éxito. Tampoco eso le reportó muchas alegrías, más allá de lograr que la sangría de goles no fuera en aumento. Al menos se había quitado ese complejo. Ante el Nàstic, Egea logró hacer coincidir parte del Oviedo más alegre en ataque con la seriedad en los asuntos defensivos. Sobre todo en la segunda parte, de las más completas de la temporada. El Oviedo defendió de forma solidaria, al fin entendió que podía ser ordenado lejos de su área y supo, además, aprovechar las vías abiertas que quedaron para la contra. Conquistó tres puntos, ganó en autoestima y cerró, al menos por una semana, algunos debates. La victoria llega con efectos relajantes. Se comprobó en la entrada de Egea en la sala de prensa. "Ay? ¡Qué tranquilidad!", dijo antes de empezar su exposición dejando escapar un suspiro.

El equilibrio desde el extremo

El equilibrio es esa virtud que siempre se asigna a los medios centros. Normalmente se usa cuando no se tiene muy claro qué aporta un pivote el juego del equipo y suele ir acompañado de otras descripciones como "tiene presencia", "es tácticamente bueno" o "no pierde la posición". ¡Solo faltaba que un pivote se colocara mal! Pero a veces, el equilibrio depende de otra posición. Fíjense en Borja Valle, la principal novedad ayer. Como extremo fue clave en el esfuerzo defensivo del equipo. Con el berciano en el campo, el Oviedo no se rompe. Valle ataca como un delantero y defiende como un centrocampista, ayudado por un físico privilegiado y una cabeza ordenada. Futbolista del siglo XXI. El centrocampista, generoso en los esfuerzos, convierte al Oviedo en un equipo más ordenado cuando toca correr hacia atrás. Y con más chispa cuando el campo se inclina hacia el área contraria.

El fútbol y sus momentos

Se quejaba Egea el viernes de que muchas veces en el fútbol el análisis se hace en función del resultado. No le falta razón, aunque no han sido pocas las veces que él se ha confesado resultadista a la hora de mostrar la opinión de un partido. Podemos dejarlo en que los partidos se deciden por momentos. Como el "fútbol es un estado de ánimo" de Valdano en lenguaje más práctico. En las últimas semanas, las del pobre bagaje de un punto sobre nueve, el Oviedo gozó de sus momentos. En Ponferrada, Koné encaró al meta local, antes del minuto 5 y su chut se fue desviado. Ante el Bilbao Athletic, Remiro tapó con la bota la definición de Toché a la media hora. De nuevo el espigado murciano, a las mismas alturas de partido, malogró una gran ocasión en Soria, en esa ocasión a las nubes. Ayer, Koné acertó con un zurdazo antes de la doble réplica del Nàstic desde el área pequeña. Molina la echó fuera y De Espada cabeceó al larguero. Para lo bueno y para lo malo, una cuestión de momentos.

Palanca, ante el fantasma del Camp Nou

Para momentos, el de Miguel Palanca, extremo del Nàstic. Con 20 años tuvo los focos fijados en él. Juande Ramos, entrenador del Madrid en aquella noche de diciembre de 2008, la de su estreno en el banquillo blanco, le hizo debutar en el Camp Nou. Una de esas actuaciones que pueden asegurarte años - y contratos- en la élite. En la segunda mitad y con 0-0, el extremo tiró una pared con Raúl y se plantó ante Víctor Valdés. El Camp Nou enmudeció pero la pelota chocó con el cuerpo del meta. Fue como si Palanca nunca se hubiera creído aquella oportunidad. Falló y nunca tuvo continuidad. Aquella apuesta pasó como una ocurrencia desacertada de Juande. Su peregrinaje por distintos equipos mucho más humildes le ha llevado este año al Nàstic. Ayer, cerca del descanso gozó de una ocasión clara. Encaró a Esteban pero el portero tapó con brillantez los espacios. Tampoco esta vez, a menor escala, Palanca supo aprovechar su momento.

Saber remar con el viento a favor

No es asunto tan sencillo ese de saber guardar las ventajas. La inercia te lleva a refugiarte en tu área. Muchas veces, encoge más el miedo que los pases del rival. El Oviedo firmó una segunda parte académica. Presión fuerte, movimientos coordinados. No se achicó como en precedentes anteriores. El Nàstic no tuvo ninguna opción, parece que en gran medida por el trabajo de los azules. Se unieron a la causa los integrantes de la segunda unidad. El Oviedo, ya se ha comentado en anteriores ocasiones, tiene como principal ventaja sobre sus adversarios la profundidad de un banquillo resultón. Ayer, con el oxígeno en reserva, Egea tiró de Aguirre, una flecha cuando encuentra los espacios. Después, de Font: control de la pelota, remedio contra los correcalles. A última hora, también intervino Toché, idóneo para batallas aéreas. El Oviedo supo gestionar la ventaja y en ello tuvo que ver la aportación desde el banquillo.

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