El filial del Sporting es uno de los fenómenos futbolísticos de la temporada en Asturias. Recién ascendido a Segunda B, anda encaramado a lo alto de su grupo, bien nutrido de los temibles equipos vascos, por si había alguna duda. Los guajes que dirige con mano de hierro y sonrisa perenne José Alberto López están dando el enésimo grito de autoafirmación de la cantera rojiblanca, que siempre pone en entredicho la política de fichajes al por mayor, sin ton ni son. Cuanto más se aleja la gestión deportiva de Mareo, peores son los resultados. Es tema recurrente desde hace más de dos décadas, pero conviene recordarlo, como una matraca, siempre que se pueda.

Es probable que el alto nivel demostrado hasta ahora por los chavales no se mantenga en adelante por la propia dinámica de la competición y porque, seguramente, más de uno tendrá que rendir servicios en el primer plantel. Aún así, merecen una reflexión postnavideña: hay que mimar una y otra vez al filial, que ha dado y seguirá dando tardes de gloria, aunque sea un medio y nunca un fin en sí mismo.

Lo sabe bien Sergio, que a modo de fichaje invernal será la gran novedad para enfrentarse al Córdoba, después de su lesión de dos meses como dos siglos. Baraja ha tenido ya tiempo de sobra para aclimatarse y, a partir de ahora, todo lo que ocurra llevará su firma, para lo bueno y para lo malo. No hay excusas. El Sporting tiene que recuperar el tiempo perdido en 2017. En ese cometido, el míster acertará siempre que mire de reojo a los que vienen pisando fuerte por detrás.