Si algún aficionado del Málaga pudo presenciar ayer por televisión el Huesca-Sporting estará a estas horas maldiciendo la suerte de ver a su equipo en el furgón de cola de la División de Honor, incapaz de anotar un gol al arco iris mientras dos estiletes con nómina en La Rosaleda están aupando al Sporting a la cabeza de la tabla de Plata. Puede que el cuadro malacitano baje y el gijonés suba y que ambos equipos se crucen en el ascensor en junio y que sean Jony y Michael Santos quienes estén descorchando las burbujas de la celebración rojiblanca. La secretaría técnica del cuadro andaluz deberá rendir esta Semana Santa conveniente penitencia ante el Cristo de Mena y flagelarse con puntas de espino por haber permitido la marcha de este par de legionarios.

Jony y Santos, Santos y Jony conforman una Sociedad Ilimitada que está reportando elevados réditos a este Sporting que ha cogido carrerilla desde el frenazo del derbi y tras una etapa titubeante que le acercó a la UCI se muestra ahora hipervitaminado y mineralizado, tal que aquel personaje de los dibujos animados, Super Ratón, que soltaba sopapos como tortas del Casar.

El primer gol al Huesca -al que nadie debería dar por muerto tan pronto, pues estrelló dos balones en la madera que pudieron cambiar el signo del partido- supone un compendio del capital que atesora la reunión de estos socios, con arranque desde la banda izquierda: centro medido del asturiano y cabezazo inapelable del charrúa. En un abrir y cerrar de ojos. De los 15 goles que el delantero centro lleva anotados, casi la mitad, siete, llegaron de testarazo.

El uruguayo va tan bien por arriba, se desenvuelve con tanta facilidad en el aire que parece un catedrático de Universidad a la hora de medir los grados del giro de cuello y predecir la parábola que describirá el esférico en su trayectoria ascendente-descendente. Podría decirse, sin ánimo de controversia, que Santos es hoy en día la mejor cabeza de Gijón después de la de Pedro de Silva.

Injusto sería, sin embargo, poner todos los huevos en la cesta de este par de meteoros. En un campo difícil, durante un año inexpugnable, el once que Baraja puso en liza, con un centro de la defensa de circunstancias, se mantuvo robusto en retaguardia, bien plantado en la medular y con mucho criterio a la hora de mover la bola y buscar la contra. Jugó el Sporting en el terreno del hasta ayer líder uno de sus partidos más serios, más completos.

Ya se le ven hechuras al equipo, ahora que se ha enganchado a la cabeza. Mas no conviene vender entradas para la fiesta, que en esta Segunda el baile aún tiene que dar muchas vueltas.