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Ladis del alma

Ladis siempre bromeaba con que iba a dejar escrita su necrológica. Es un género periodístico que se le daba bien. Como casi todo lo que tocaba. Columnista de talento, escritor, perdemos a uno de los cronistas del Gijón del siglo XX. Si su padre no se empeña en la mejor tradición familiar en que se hiciera funcionario del Banco de España, se habría encumbrado en la cima del periodismo nacional. Ése era el repetido elogio de su amigo Juan Ramón Pérez Las Clotas. Con Ladis se marcha una referencia periodística, un cronista ideal, un amigo y un montón de recuerdos imborrables. Como prometió, deja su vida escrita en cientos de artículos en periódicos y revistas, y en sus libros.

Ladis fue siempre la alegría de la casa. De cualquier casa en la que se encontrara y en especial, en las siempre cortas visitas veraniegas, en LA NUEVA ESPAÑA de Gijón. Acaba de morir una de las personas que me han marcado y con la que he podido compartir algunos de los mejores momentos de sincera amistad de estos últimos veinte años.

Ladislao de Arriba Álvarez, Ladis, Praderito, Herrerito, cierra una página de la historia local escrita por una generación irrepetible. La de aquellos niños de la guerra ("aquella que perdimos todos", escribía) y que él recordaba por sus tres años de juegos en la playa de San Lorenzo. Ha sido un excepcional protagonista, junto a Lola Ortiz, de una trayectoria profesional y personal memorable.

Entre lágrimas se suceden recuerdos, vivencias, anécdotas, noches y días, siempre con una sonrisa permanente a la espera del comentario genial, de la oportuna apostilla, del chispazo de humor, del sabroso recuerdo. Los amigos que trasnochamos con él estaremos siempre agradecidos.

Hasta que la enfermedad le golpeó mantuvo intacta su capacidad para bromear sobre su "Gijón del alma", sobre el Sporting, sobre la sonda a la que estaba atado "por do más pecado había?", sobre la misma muerte. Al verse impedido para los viajes no había llamada telefónica que no terminase emocionado. Le entristecía en el alma no poder volver a Gijón, a su playa y al cementerio del Sucu, donde nunca faltaba una visita a su madre. En una de las últimas conversaciones no podía ocultar que se acercaba al final: "Esta vida ya no tiene? Me importa ya todo tres puñetas". La enfermedad había podido con su natural optimismo, con sus ganas de escribir, que era el termómetro de su vigor, de su vitalidad. No creo que haya una cualidad en Ladis entre las muchas que pueden señalarse que se ponga por encima del entusiasmo que le producía escribir artículos. Su forma de hablar era la escritura.

No hace mucho, sorprendido al móvil con sus amigos en un bar cercano a su domicilio en Madrid, aún decía con su tono burlón que estaba tomando un Acuarius de limón, "algo indigno en mi biografía". Él, que cuando se puso a escribir sus memorias quería titular "Confieso que he bebido" y repetía, cuando bajaba al Banús, que había que desconfiar de los periodistas que tomaban agua. Distinguido, brillante, enorme conversador, generoso y comprensivo. No he conocido a nadie tan divertido. Con Ladis me he reído hasta no poder más. He hablado en profundidad y he llorado.

Dotado de una inteligencia proverbial y un gran sentido común, aunque estaba muy orgulloso de ser del barrio del Carmen, como el Presi y para competir en gijonismo con Vitorón, ha sido como los hombres de Oxford: clase, estilo, ingenio, agudeza, originalidad, conversación. Disfrutaba comiendo y bebiendo en grata compañía. Ha sido un gijonés de verdad para el que la amistad era uno de sus tesoros y el alma, como él escribió en el prólogo de uno de sus libros preferidos, era "lo más valioso e importante del equipaje humano".

Su alma descansa en paz, en la gloria eterna junto a tantos amigos que le precedieron y le esperaban para continuar con su tertulia y su Martini. Ahora también podrá comentar con Bardales cómo ha celebrado el aval misericordioso del Papa Francisco tanto tiempo esperado.

Se puede destacar que ha sido un maestro en el arte de vivir. Una personalidad tan singular que se hacía querer y admirar por todos. Fue uno de los mejores. Un segundo padre para mí y para la redacción de Gijón. Nos hacía felices estar a su lado. La vida, aunque tenga momentos tristes como éste de su partida, es bella y divertida. Y Ladis nos la hizo aún más divertida.

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