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Alejandro Ortea

Varadero de Fomento

Alejandro Ortea

Votos y baches

En cuanto pase el domingo, volveremos a preocuparnos por las pequeñas deficiencias urbanas

Un prócer de capital de provincia, ya jubilado, pero aún con cierta actividad social en su lugar, se queja en las redes sociales de que en su ciudad hay más baches desde que unos grupos emergentes desplazaron del mando consistorial al PP de toda la vida. ¡Quién se lo iba a decir al prócer cuando los mandamases de entonces le realizaban a él tramposas y odiosas jugarretas en sus no tan lejanos años de actividad! Ahora los echa de menos por un quítame allá una coalición de gobierno, por una lado, y una mayoría absoluta perdida, por otro. La añoranza de cuando no estaba jubilado le hace ver más baches de unos pocos meses acá, cosa que es muy propia de quienes han alcanzado la edad de un, por otra parte, bien ganado reposo de sus afanes profesionales. A este respetado prócer lo traía yo a nuestro pueblo una temporada para que se alarmara por el gran bache en el que nos han sumido estos años de moriyonato de la caritativa cirujana. Esto sí que es un socavón de marca mayor que, de tan profundo, ya no se le ve el fondo. A nuestra primera autoridad, decirle que no es decente, como hizo Pedro Sánchez, el del PSOE, a Mariano Rajoy, en el último debate electoral televisivo que tuvo lugar, sería quedarse cortos.

Uno, con la edad, escucha las soflamas de los que son mentados en los medios como formaciones políticas emergentes con un sentimiento de "déjà vu", como si ese entusiasmo hubiera quedado muy atrás. Escucho y leo a sesudos analistas que hablan de nuevo tiempo histórico, final de una era, fin del consenso constitucional y tal y tal, pero suenan más bien a trucos para añadir emoción a sus análisis que, al producirse en los medios, necesitan de lo que se les pide: emoción añadida en un intento de aumentar las deseadas audiencias.

Como al jubilado prócer que ve baches en su ciudad por todas partes, desde este balcón colgado del Cantábrico se ven, como en toda España, es de imaginar y los medios así lo corroboran, los afanes de las candidaturas emergentes y las de siempre, con sus promesas en el zurrón, repartiéndolas a diestro y siniestro y hasta cambiándolas sobre la marcha, si es menester, con tal de ganarse el favor del electorado como si fueran faltas en el pavimento: agujeros de promesas incumplidas una vez pasado el domingo electoral.

Y uno, también como el ya casi retirado antiguo prócer, a pesar de las jugarretas inferidas por los votados de siempre, acudirá con las papeletas de su tradicional y florido logo, sin caer en tentaciones de naranjas ni coletas y mucho menos volanderas gaviotas. Será cosa ya de la edad y de la osificación que hacen sus estragos y no dejan ver nada nuevo digno de mención y mucho menos de confianza.

Esperemos que pase el recuento y que volvamos a lo habitual: la lotería de Navidad, los problemas de Artur Mas para formar gobierno en Cataluña y la tozuda realidad económica que, nos dicen, según rezan varios de los habituales indicadores que la miden.

Volveremos a escandalizarnos por la indecencia de los refugiados que se ven obligados a huir de la desolación y la muerte en su tierra para buscar en esta desalmada Europa un respiro a sus males, sin darse cuenta que por la UE pululan cosas tan deleznables como una Marine Le Pen, del Front National francés, un Nigel Farage, de británico UKIP o un Viktor Orbán del FIDESZ húngaro, por no seguir con la lista del oprobio europeo de los que más bregan en contra y niegan el pan y la sal a los desplazados por causa de la guerra en sus lugares de origen. Y todos, como nuestro prócer de hoy, que parece no inmutarse por la campaña electoral o la hace a su extraño modo, volveremos a preocuparnos escandalizados y elevar a categoría mayúscula las cosas de los baches y las alcantarillas. Como debe hacer todo ciudadano preocupado.

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