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Musicólogo

El Conservatorio se abre a la ciudad

Un año más, y van seis, el conservatorio acerca la labor de sus docentes a la ciudad con el ciclo "Los profesores del conservatorio", un evento que se desarrolla a lo largo de toda esta semana en forma de conciertos didácticos protagonizados por los profesores de diferentes instrumentos y celebrados en el salón de actos del Antiguo Instituto. Si hace unas semanas fueron los alumnos los encargados de tomar la ciudad con los conciertos celebrados dentro del ciclo "Con G de música", ahora es el turno de los profesores, que adaptan su cotidianidad docente a un formato atractivo que permite a los asistentes comprender el lenguaje de las obras que se interpretan en estos recitales.

Samuel Maíllo fue el encargado de abrir la semana, con una sesión titulada "Klavierwerkwe: música para tecla en el Renacimiento y Barroco". Este joven profesor de clave comenzó contextualizando el repertorio del concierto: una selección de obras que le permitieron explicar tanto las técnicas como los rudimentos del lenguaje de tecla renacentista y barroco. Entre obra y obra fue desgranando algunos de los recursos más utilizados en la composición de este periodo, de manera que resultaba sencillo escuchar cada uno de los elementos explicados en las distintas composiciones. El repertorio buscaba además ser una muestra representativa de diferentes estilos nacionales, para lo que incluyó piezas de compositores de varios países europeos.

Comenzó con las variaciones temáticas ilustradas a través de dos obras de Antonio de Cabezón: el "Tiento de primer tono sobre el paso de la Salve", una obra religiosa en la que el breve motivo de la Salve sirve para construir toda la obra aplicando diferentes técnicas de desarrollo, y las "Diferencias sobre la gallarda milanesa", una pieza de danza en ritmo ternario y con más brío. Así pudimos comprobar el contraste entre el repertorio religioso y profano de quien fuera músico de corte de Carlos V. La "Pavana Lachrymae" del británico William Byrd sobre una pieza de John Dowland centró la atención en la capacidad de la música para evocar el carácter del texto; la interpretación estuvo acompañada de la proyección de la letra original, un lamento que quedaba perfectamente reflejado en las notas de la pieza musical. El contrapunto barroco llegó de la mano de Juan Cabanilles y sus danzas "Gallardas V", pero también los diálogos entre voces y los ritmos cambiantes que caracterizaban a este tipo de obras. Y el cromatismo y las notas repetidas aparecieron de forma notable en la "Fantasía cromática" de Sweelinck, una pieza larga con complejos desarrollos que Maíllo solventó sin problemas.

No podía faltar Italia, representada por la "Tocata sesta" de Frescobaldi, en la que se aprecia el contraste entre secciones característico del primer barroco. Para acabar, y ya metidos en el siglo XVIII, las danzas francesas de Rameau, precedidas de un preludio de Louis Couperin. El viaje musical fue completo, y Samuel Maíllo ejerció de perfecto cicerone, compaginando la explicación y la interpretación de las obras de forma amena y fluida. Fue una gran lección que sirvió para abrir una semana de la que cualquiera puede salir sabiendo algo más de música; basta con acercarse por el Antiguo Instituto cualquier tarde.

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