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El carné del abuelo

Los campesinos jubilados tienen que hacer ahora un cursillo para poder sulfatar el huerto

El abuelo está jubilado. Toda la vida trabajó el campo y ahora, con una pensión de la agraria -muy modesta, ya se sabe- le mandó el médico que haga ejercicio, que no esté sentado todo el día leyendo el periódico y dormitando porque sus achaques pueden ir a más. Y, además, en casa hacen falta, como siempre, fabas, berzas, repollos y hasta calabazones por aquello de cuidar el gochín -con perdón- para tener el compangu de echar al pote.

Y pasadas las lluvias el abuelo preparó el terreno para sembrar las fabas. Tiene la semilla, bien escogida, de la cosecha del año pasado, porque a doce euros las que vienen al vacío a dónde vamos a parar. Se puso el traje de ir a misa y bajó a la villa para comprar el líquido -un fitosanitario que llaman los entendidos- que necesita para impregnar bien la simiente y que al germinar no sea atacada por los hongos, que nunca se sabe con tanta agua que lleva cayendo todo el invierno.

Pero en la tienda especializada de la villa le pidieron, para comprar el frasquín -apenas dos euros de costo, eso sí- el carnet por el que se acredita que el paisano, toda la vida sembrando y cosechando buenas fabas, está preparado, técnicamente, para sulfatar. Tendría que haber asistido a un cursillo de un par de días para estudiar. La dependienta le dice que ella ha tenido que hacerlo durante veinticinco horas y pagar quinientos euros para estar documentada y poder vender el fitosanitario de marras, ya que es una exigencia de Bruselas y de Oviedo.

El abuelo vuelve al pueblo sin el frasquín para sulfatar las fabas. No tiene el carnet que pide la Comunidad Europea y la Consejería nuestra de la cosa esa del campo.

-"¿Plantamos las fabas después de comer?"- le pregunta la abuela en la cocina.

-"No podemos".

-"¿Ya por quei, Pepe?".

-"Vine sin el frasquín. No me lo vendieron porque non llevaba el carnet".

-"Alabau sea Dios. A ti solo se te ocurre ir a la villa indocumentau".

Y el abuelo no contestó. Era muy largo de explicar el asunto ese del carnet que necesita para comprar un frasquín para las fabas. Y, además, no estaba lo que se dice de muy buen humor.

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