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El aroma de la higuera

Disfrutar de la estación estival en los pueblos

En muchos rincones del pueblo hay higueras; higueras que desprenden un aroma muy particular que nos vuelven a la infancia y, además, dan unos excelentes higos como el cuello de dama o los miguelinos. Los griegos les daban higos a los atletas para competir en las Olimpiadas por sus propiedades vigorizantes. Además de los higos ahora los árboles están en plena efervescencia, los avellanos, las pescares, los nogales y ya despuntan los castaños que han tirado sus candelas.

Entre la rampa de San Nicolás y el Puente de Arriba hay una de estas higueras que te ponen los higos al alcance de la mano; todo un placer, aún están verdes, pero con el olor de la higuera ya merece la pena la espera. Cuando se habla de turismo rural son en estas cosas en las que se hay que fijar, la Naturaleza es un museo vivo y si te acercas por cualquier pueblo puedes llevar a tus hijos a descubrir los misterios de la vida como si de la caza de "pokémons" se tratara.

Recuerdo la cara de mi hijo, cuando era pequeño, al descubrir en Monterizo las cerezas en su origen, en el árbol, él solamente las conocía en la frutería, al igual que la leche en el "tetrabrik" y no en la ubre de la vaca. El campo es un inmenso museo en vivo y en directo a través de todas sus estaciones, claro que con frecuencia los padres de muchos niños ya carecen de estas vivencias; ahora ya necesitamos "monitores", porque en muy pocos años pasamos de la tradición heredada a la virtualidad de internet.

El periodo estival nos da alegría, nos aparta de las incertidumbres políticas y nos traslada a un mundo de fiestas y bacanales para nuestra evasión y disfrute; estas celebraciones se han invertido. Hace años, cuando los pueblos eran autosuficientes, al recoger las cosechas, trigo, maíz, patatas, etcétera, para celebrar la recolección se hacía una merienda entre los vecinos, se llevaba una gaita o una acordeón, unas sidras y una bota de vino y se celebraba la fiesta, la alegría de la buena cosecha; ahora no tenemos cosechas, ahora se hace la fiesta y se hace una mallada o una siega para que los más jóvenes vean de dónde venimos y, si queda algún viejo, que lo rememore. Las fiestas antes se organizaban a través de unas comisiones o sociedades con cuota fija, además de eventos, que tenían lugar durante todo el año, como teatros, excursiones o festivales con el fin de recaudar fondos para organizar la fiesta mayor; normalmente se hacían estas fiestas sin un duro de las arcas municipales; ahora no, ahora, las fiestas se organizan gracias a las aportaciones de las administraciones públicas muy "generosas" con el posible voto del ciudadano; esto es lo que antiguamente se conocía como "pan y circo". Los políticos te suben los impuestos y de ellos van tirando para los entretenimientos en las fechas estivales, lo triste es que luego se reducen las asistencias sociales o el mantenimiento de los servicios por falta de fondos, claro que eso no importa si el pueblo se divierte y es feliz, como en el mundo de Aldous Huxley.

El tiempo estival, al margen de las temperaturas, tiene algo muy positivo y esto es la luz. Las horas de luz, que por cierto ya se han reducido, son horas de energía, vitalidad y optimismo, al igual que las horas de oscuridad son de tinieblas y letargo y pesimismo; pero sobre todo, el tiempo estival es tiempo de vacaciones y este año, posiblemente, con ayuda de la crisis, los pueblos se han visto más animados que otros por visitantes foráneos que vuelven a sus orígenes: también ayuda el que países de nuestra competencia están sumidos y profundas tragedias.

La verdad es que da gusto ver como los pueblos se llenan de vida, se iluminan las ventanas y se deja oír el griterío de los niños en la calle, quizás, porque Nintendo decidió sacarlos de casa a través de la caza virtual de "pokémons", algo así como si jugásemos al piocampo a cuchillo, tijera, ojo de buey, al escondite o a cazar murciélagos para torturarlos haciéndoles fumar un pitillo hasta reventar ( porque la crueldad ya nace en los niños ), y todo ello en las tertulias bajo la majestuosa higuera, de donde iban cayendo los higos maduros, melosos y aromáticos, entre los que pululaban las abejas, las avispas y los moscardones. Hoy los moscardones pululan por otros ambientes. Lastima que el periodo estival, esperado con ansiedad y miles de proyectos, durante todo el año, sea tan efímero.

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