Hace años que no tañe la Campanona, uno de los emblemas del santuario mariano de Covadonga, de tres metros de alto y 4.000 kilos de peso, de bronce, izada sobre pilastras de piedra caliza, de la antaño cantera del Dobra, situada en el concejo de Amieva, en la vertiente asturiana del parque nacional de los Picos de Europa, obra que fue ejecutada allá por los años 60 del siglo pasado por el cangués Ceferino Castro Fernández. "Los curas me adjudicaron la obra por un presupuesto de 35.000 pesetas. Álvaro Fernández Valle, que también estaba interesado en aquella obra, había presupuestado 40.000 pesetas", aseveró "Ferino, el contratista", como le conocen sus convecinos de Cangas de Onís.

Aunque bien es cierto que existe un mecanismo eléctrico ligado a la Oficina de Turismo del real sitio que le permite tocarla, en realidad se trata de un sonido muy lejano, sordo, como si estuviese sedada. Quizás ahora, con motivo de la triple efemérides que se desarrollará durante el presente ejercicio de 2018, sería interesante que las autoridades eclesiásticas estudiasen la forma de recuperarla en todo su esplendor y hacerla repicar en fechas conmemorativas concretas, como bien podría ser a lo largo del novenario de la Santina o bien el 8 de septiembre, festividad de Nuestra Señora de Covadonga, tal como se hacía antaño.

La Campanona de Covadonga, nombre que le fue impuesto por el propio pueblo, con desinencia asturiana, fue obra del artista italiano Xaverio Sortini, quien plasmó en ella el juicio final de la Divina Comedia, de Dante. En la parte inferior aparecen escenas idealizadas de las cruzadas de Tierra Santa, y en el borde, los altorrelieves del Señor, de la Virgen, de San Pedro y de San Pablo. Fue donada al santuario por el conde Arnaldo Sizzo-Noris, ingeniero tirolés que llegó a Asturias -en torno al año 1888- para llevar a cabo algunos proyectos ferroviarios, y por Luis González Herrero.

En la Exposición Universal de París, que tuvo lugar del 15 de abril al 12 de noviembre de 1900 en la capital francesa, con motivo de la inauguración de la Torre Eiffel, la Campanona -fundida en los hornos de la factoría de Duro Felguera- cosechó el primer premio dentro de su categoría y también la Medalla de Honor. Sin duda, se trata de uno de los iconos del santuario mariano de Covadonga, por su tamaño y vistosidad, aunque permanezca muda. Aun más, según algunos textos de historia del real sitio, "se le quitó el badajo, ya que cada vez que sonaba se rompían los cristales del hotel Pelayo". Una leyenda poco creíble, sin lugar a dudas. Entre tanto, la gran campana sigue expectante, aguardando al tañido o repique.