Oviedo, E. G. M.

Después de la aventura hollywoodiense «Los hermanos Grimm» (2005), Terry Gilliam recupera su sello personal con «Tideland» (2005), que se estrena este fin de semana en el ciclo «Palladium» organizado por el Ayuntamiento de Oviedo y Yelmo Cineplex Los Prados.

Basado en la novela homónima de Mitch Cullin, el largometraje gira alrededor de Jeliza-Rose, una niña que se traslada con su padre (Jeff Bridges) a una casa del Medio Oeste norteamericano. Su progenitor, un heroinómano habitual, escapa de la ciudad caníbal que ha consumido a su mujer sin saber que a él también le espera la muerte por sobredosis. Porque, finalmente, «Tideland» trata de una Alicia que atraviesa el espejo; una niña sola (y sus muñecas esquizoides) que descubre un cosmos extraño, poblado por extrañas cíclopes y monstruos deformes; una niña sola que nos revela el universo de Terry Gilliam.

Una vez terminada la proyección, cuenta Terry Gilliam que le preguntó a Michael Palin, su antiguo compañero de los «Monthy Phyton», si le había gustado la película. Palin contestó que «puede ser la mejor película que hayas hecho nunca o la peor. No sabría decirte». Casi sin darse cuenta, Palin resumía la impresión general de la carrera de ese humano llamado Terry Gilliam. En los setenta, los «Monthy Python» le permitieron adentrarse en su siguiente etapa como creador, el cine, con un largometraje imprescindible: «Los caballeros de la mesa cuadrada».

Aunque no sería hasta «Los héroes del tiempo» cuando el realizador comenzase a ofrecer su propia visión a la hora de crear fotogramas. La fábula de ciencia ficción, «Brazil»; «Las aventuras del barón Munchausen» y, probablemente sus dos mejores filmes, «Doce Monos» y «Miedo y asco en las Vegas» completan la filmografía esencial del británico. ¿Lo próximo? «The imaginarium of doctor Parnassus», un manifiesto surrealista sobre el mundo del circo que pasará a la historia como el proyecto póstumo de Heath Ledger.