De las ocasionales reuniones familiares en torno al viejo álbum de fotos, a la inmediatez de las galerías multimedia; del incierto revelado analógico al instantáneo digital; de la foto específica al «saca todo lo que puedas» de tu vida cotidiana. La fotografía ha experimentado en los últimos años una revolución apabullante pero, sin duda, el hecho que más resalta es el cambio de un arte que ha pasado de estar en manos de unos pocos, a estarlo en las de millones de personas que cada día suben sus imágenes a la red. Lejos de ver esta democratización de la fotografía como algo negativo, el fotógrafo Luis Santiago García (Gijón, 1975), representa un ejemplo de cómo compartir fotos a través de Facebook puede reportar cosas muy positivas, como convertirse en fotógrafo oficial de la casa Olympus.

«Que crezca el mundo de la foto es muy bueno, aunque haya profesionales que digan que no porque les comen el terreno. Pero si te comen el terreno ponte las pilas. Cuanta más gente haya, y tú más sobresalgas, es que eres mejor», afirma García. La historia de este gijonés comenzó cuando llegó, precisamente, la era digital. Aunque siempre se había sentido atraído por la foto -ya de niño le cogía la vieja Leica a su hermana- no fue hasta 2008 cuando se compró la primera cámara réflex digital. Gracias a su pequeño tamaño, empezó a llevársela en las rutas que hacía en moto con sus amigos y a fotografiar todo lo que se le ponía por delante. Cuando nació su hijo, hace dos años y medio, vendió la moto pero siguió con las instantáneas. «Me di cuenta de que la fotografía me emocionaba mucho en el sentido de que veía las sensaciones en cada foto que sacaba. No veía simplemente una forma de retratar, sino la sensación que había detrás, la mirada el sentimiento», comenta García.

La cosa se puso seria cuando este asturiano se abrió una página en Facebook. «Al principio me comentaban mis amigos o amigos de amigos. Pero empezó a crecer y gente ajena empezó a comentar. Y me llamaron para colaborar con páginas que eran muy potentes en Facebook, como "Asturias qué guapina yes", "Playas de Asturias", o "Holidays Asturias", afirmó García. Fue una foto muy particular la que le hizo tomárselo todo de otra manera. Estando un día en la calle Corrida de Gijón, vio a un hombre haciendo pompas gigantes y, de repente, la foto apareció en su mente. «Pensé: "Sólo un fotógrafo puede meter una calle en una pompa de jabón", y estuve 45 minutos esperando a que llegara la foto que quería hacer», afirma García. ¿El resultado? Una imagen que llegó a compartirse en una página japonesa más de 3.000 veces .Desde entonces, García publica fotos de Gijón y de toda la región en esta red social de manera metódica.

Diariamente, García recibe visitas de España, pero también de países como Bélgica, México o Argentina porque, además de turistas, su página es visitada por muchos emigrantes asturianos que ahora viven lejos de la tierra. Hace seis meses vivió una emotiva anécdota que no olvidará jamás. «Me llamó una señora desde Buenos Aires, que llevaba 50 años fuera de Gijón, para decirme que lloraba con las fotos. Era para agradecerme por voz las fotos que día a día le recuerdan a su Gijón y a su Asturias que tanto extraña. Y aunque costara mucho la llamada de teléfono, quería escuchar mi voz. Quedé sin habla», sentenció García.

Diseñador industrial de profesión, a este gijonés lo de la foto le viene de oficio. Desde siempre le interesó el funcionamiento de las cámaras, el cómo se podría mejorar esto o lo otro. Su interés por las cámaras de la casa Olympus le hizo ponerse en contacto con el departamento de «marketing» de la marca en varias ocasiones. Esto, unido al impacto que sus fotos compartidas en Facebook estaba teniendo, hizo que el jefe español de la marca se pusiese en contacto con él. «Me ofrecieron ser fotógrafo oficial de la casa, lo que significa que ellos me dejan probar equipos y yo les suministro fotos para que usen internamente, es un contrato en el que ambas partes ganan. ¿El próximo paso? Ser embajador de la marca en Asturias», sentencia García.

La playa, la fiesta, o la gente. García reconoce que de la región, le gusta todo, sobre todo lo que está en contacto con el mar. «La bahía de San Lorenzo, la iglesia de San Pedro... pero lo que más me emociona son las puestas de sol. Hay gente que dice :"Buah, Miami, el Caribe, qué pasada de fotos". ¡Pero si lo tienes aquí!» afirma García. El fotógrafo cuenta cómo estando un día en Villaviciosa, mientras toda la gente atendía a la fiesta de prau, se maravilló ante el rojo atardecer que estaba aconteciendo. «Cuando vi el Sol, pensé que aquí, en Asturias, y en Gijón hay esa belleza que tanto buscamos en paisajes exóticos y paradisiacos. Lo que pasa es que vamos siempre con mucha prisa. Estas fotos reflejan un instante que puedes pararte a contemplar durante mucho tiempo», sentencia.

Gijón, Susana F. SERRÁN

Decía la fotógrafa estadounidense Berenice Abbott que «la fotografía sólo puede representar el presente. Una vez fotografiado, la fotografía se convierte en pasado». Este «carpe diem» es también uno de los puntos fuertes que el gijonés David Fernández (Gijón, 1985) utiliza como máxima en el día a día de su trabajo artístico. «Siempre me atrajo estudiar el presente, no lo que había pasado. Soy una persona muy activa, me gusta mucho moverme, crear mundo en mi cabeza», afirma Fernández. Especializado en moda y documentalismo, este fotógrafo asturiano se ha hecho un hueco en una de las redes sociales más famosas para compartir fotografías, Instagram (que pertenece al gigante Facebook). La plataforma, que anunció el pasado mes de febrero que contaba con más de 100 millones de usuarios activos, le ha servido a Fernández para dar a conocer su trabajo no comercial.

Del anonimato al éxito. Fernández, que aboga por trabajar en internet y de cara a fuera, comenta que cuando empezó a subir sus imágenes a esta red social lo hacía más bien como hobby. «Un día se me ocurrió que podía ser una forma de enlace, de mostrar tus trabajos a un público de fuera. Entonces, empecé a tener una subida bastante elevada de gente que me seguía, de un grupo social bastante llamativo, y tuve entrevistas para grupos populares de Instagram», afirma Fernández. El hecho de compartir fotos llevó a este asturiano a ganar un reconocimiento en un mundo virtual en el que es difícil hacerse un hueco. «Instagram lo que te permite es ponerle filtros bonitos a las fotos, entonces cualquiera puede sentirse fotógrafo. Nada más lejos de la realidad porque, si no, sería muy fácil. No por tener pinceles ya eres un pintor. Se requiere de una imaginación y de una técnica que tienes que desarrollar a lo largo de los años», afirma este fotógrafo.

Para Fernández, esta imaginación reside, por ejemplo, en evadirse de los lugares comunes. «Lo más difícil es conseguir de una ciudad o barrio que estás cansado de ver, sacar imágenes llamativas o que te gusten. De Gijón, que ya es una ciudad bonita de por sí, procuro ir a los barrios que son menos conocidos, buscar un contraste», afirma. El contraste al que hace referencia bebe de su especialidad como documentalista. En un viaje que realizó a Nueva York, Fernández intentó buscar la esencia de cada persona.

«Más que centrarme en las fotos míticas, quería centrarme en la pobreza, en las fotos de gente más desfavorecida. El cambio de una ciudad que es referencia de muchos como país potencialmente rico, con gente que está humildemente viviendo como puede, en barrios conflictivos. Cosa que también tenemos en Gijón, cuando vas al McDonald's de la calle Corrida y ves enfrente a la gente pidiendo», sentencia Fernández.

Este interés humano llevó al gijonés a colaborar en una exposición en 2011 en el Antiguo Instituto sobre el pueblo saharaui, donde el compartir en la red volvió a ser un punto clave. En vez de usar fotos de profesionales, las imágenes pertenecían a civiles que con sus cámaras capturaron la situación. «Pedimos las imágenes a los lugareños para que nos cediesen las fotos de sus móviles», explica Fernández.