El disfraz desinhibe, ayuda a comunicarse, asegura emociones y experiencias y, sobre todo, invita a pasar un buen rato. En Carnaval, sustituir el aspecto propio por el ajeno es un juego de fantasía que comparten niños y adultos, adquiriendo así un compromiso con esta fiesta que hoy comienza en Asturias.

Las tiendas especializadas se han abastecido de una amplia variedad de modelos para que disfrazarse sea un año más un tiempo de alegría y buen humor, el que comienza en el instante de la elección de la ropa y se prolonga hasta el momento de vestirla y mostrarla al entorno. Porque el disfraz no sólo lo disfruta quien lo luce, sino que sirve de entretenimiento con los demás, convirtiéndose así en un acto social que comparten familias, amigos y extraños.

Este año, según apunta María Eugenia García del Río, propietaria de Majafrán, en Avilés, además de los trajes pertenecientes a las series populares de televisión y a los personajes más famosos: Águila Roja, Mario Bross o Hello Kitty, el público demanda los clásicos disfraces de indios, piratas, ratoncitos o caperucitas para niños, mientras que los adultos se decantan por muchos complementos: pelucas, sombreros, máscaras y, sobre todo, maquillajes, un aspecto muy a tener en cuenta si se quiere lucir una buena imagen.