El pasado lunes, a sólo veinticuatro horas de lanzar el comunicado que incendió ayer internet a eso de las cuatro de la tarde, Fernando Alonso lucía sonrisa en Madrid. Vestido de rey mago, repartía regalos y caricias a un grupo de niños en la imperial sede del Banco Santander, en Boadilla del Monte (Madrid). Al trago personal de su separación, añadía la certeza de que vería su matrimonio retratado en los papeles y eso, su intimidad, es algo por lo que ha luchado con tanta fuerza y empeño como se conduce en los circuitos. Al tiempo, la que para el gran público todavía era su esposa, Raquel del Rosario, ponía tierra de por medio. Lejos, fuera de España, la cantante de «El Sueño de Morfeo» se resguardaba de la tormenta que desataría el anuncio de su separación del piloto, cinco años después de su intimísima boda. Él se refugiaba en casa, al calor de su cerradísimo círculo íntimo.

«Gracias a todos. Qué lindo leer a gente con buen corazón. Estamos bien. Un millón de besos». Anoche, desde su refugio secreto, lejos del ruido mediático y en busca de anonimato, Raquel conectó su iPhone recién estrenado y contuvo la emoción. El aluvión de mensajes en su cuenta de Twitter la conmovió. Respondió desde el corazón y hablando en plural, como siempre hace cuando se refiere a Alonso, a Fer, dice ella.

La presencia de Raquel del Rosario en la red había ganado peso últimamente: página en Facebook, blog personal, la web de su grupo, Twitter, su marca de ropa... Encontró en internet un canal ideal para hablar de tú a tú con sus miles de fans. Frente al ordenador, Raquel se relajaba, bajaba la guardia y se le podían leer cosas como la que escribió al día siguiente de terminar el Mundial de Fórmula 1, en Brasil, no hace todavía un mes: «Yo, a buscar sonrisas; los elfos de la Navidad, a empaquetar regalos y los ingenieros de Ferrari, a currarse un buen coche para Fer». Jamás se le habría escuchado algo así en público.

«Con cariño, Raquel y Fernando». Así cerraron el comunicado conjunto de su ruptura. Será un punto y final sin aspavientos, una relación finiquitada en la intimidad, como siempre han actuado. Juntos construyeron una coraza impenetrable. Ellos, la familia y unos pocos amigos, los justos, los que nunca les han fallado ni les fallarán.

Fernando Alonso y Raquel del Rosario eran la pareja más silenciosa de la Fórmula 1. Ella viajaba a más carreras de lo que solía pensarse. No falla nunca en Japón, tampoco este año, hace apenas un par de meses. A ambos les fascina Tokio y siempre encontraban un hueco para perderse entre las multitudes de la macrourbe, anónimos, como les gusta.

Pero cada vez era más complicado cuadrar las agendas. Raquel pasó un tiempo en Estados Unidos en el estudio de grabación, mientras Fernando remataba las últimas carreras del Campeonato de F1. Este año no hubo vacaciones en pareja al terminar. «El Sueño de Morfeo» está de gira. Burgos, Barcelona, Granada... Mucha carretera, mucha furgoneta, hotel, una noche aquí, otra allí... la vida del músico.

Y la Fórmula 1 arranca otra vez dentro de nada, con febrero cargado de entrenamientos y viajes, y el Mundial ya lanzado en marzo, camino de Australia, Malasia, China, Bahrein... Demasiado para una pareja que rompe sin hacer ruido, sin dramas, en silencio, casi en secreto, igual que su boda, que su vida. Para ellos, el mundo sería perfecto sin tener que exponerse. Pero él es piloto; ella, cantante. Imposible.