Alberto Rodríguez terminó ayer el rodaje de su nuevo y esperado largometraje, "El hombre de las mil caras", que, tras el éxito de "La isla mínima", es todo un desafío: "Ésta es una historia de pícaros, de timadores, de mentirosos; es de espías, pero aquí no dice nadie la verdad".

Rodríguez vuelve a la historia reciente de España con este "thriller" ambientado en los años 90 en torno a la vida del agente secreto español Francisco Paesa y su determinante papel en la fuga y posterior entrega del entonces jefe de la Guardia Civil, Luis Roldán.

El director afirmó que lo que más le interesó de la historia "es que el problema sigue vigente". La película acota sólo unos años del exagente secreto del Gobierno español, cuya vida fue (o quizás es, porque no se sabe si está vivo o muerto) tan intensa como la de cualquier espía del cine americano. "Se ahonda en una época en la que también se robaba a espuertas, en la que había mucho 'mamoneo' político", comenta Eduard Fernández, caracterizado de Paesa. "Qué pasó con Roldán, cómo lo escondió Paesa, ver cómo este hombre manipula a la gente, cómo se busca la vida en beneficio propio. Es un personaje tremendo -apunta Fernández-, complejo y, a la vez, muy español, con un punto cutre. Paesa improvisaba mucho y era muy tramposo". "La verdad es que la película cuenta la historia de mi personaje -puntualiza José Coronado-. Yo soy el amigo de Paesa (Jesús Guimerá, que existió, aunque en la cinta se llama Camoens), un tipo de buena familia, aventurero, piloto de aviación y a quien todo lo que Paesa le proporciona le llena de la adrenalina que necesitaba para vivir". A Coronado aún le cuesta creerse lo que pasó. "Es que es alucinante; no das crédito a que, cuando estábamos disfrutando de la democracia y de la libertad, hubiera cosas que no se controlaban y unos tejemanejes que, en mi opinión, han sido la semilla de toda la corrupción que hay hoy en día".