Cuenta el dicho que en ocasiones los árboles impiden ver el bosque. Es posible que en otro recinto, sobre otro escenario, con cientos de watios de volumen amplificando no lograran palparse con tanta claridad matices de la voz de uno de los artistas más veteranos del pop español, que ayer ofreció un concierto íntimo en el Jardín Botánico, ante un reducido auditorio de no más de doscientas personas.

Mikel Erentxun, exlíder de Duncan Dhu, aceptó el reto del recogimiento y acompañado sólo por su guitarra acústica, sin músicos, sin más envoltura, hizo un recorrido por algunas de sus canciones más recientes, sin olvidar otras más lejanas y reconocibles. "Jugando con el tiempo te espero a la deriva / Me enredo en tus sueños con mis dos caras abiertas /Eternamente quieto espero tu visita / Aliento con aliento es esta travesía". Con esta estrofa comenzó el concierto, puntual, a las nueve y media de la noche, según lo previsto.

No estaban agotadas las localidades media hora antes del recital, pero consiguió llenarse el recinto botánico, un lugar idílico, aunque inusual, para la música. Mucho cuarentón entre el público, y más mujeres que hombres. Seguidores del artista venidos de fuera, como las hermanas Ángeles y María Alonso, de Santander, "fans al cien por cien" del músico, a cuyos conciertos acuden "al menos tres o cuatro veces al año".

Otros no se declaran tan "fans" de Erentxun, y sí manifiestan mayor querencia hacia los tiempos de Duncan Dhu, como Eva García que reconoce que el grupo "es más de mi época, aunque en solitario también me gusta". Iván Avello y Ana Menéndez, por su parte, explican, a pocos minutos de que se abran las puertas del recinto, que "nos gusta, pero no somos superseguidores de él".

Sea porque el Botánico es lugar de silencio, o por la intimidad del concierto, los primeros aplausos tímidos no se escucharon hasta la tercera canción, "Corazón de dragón". Antes había sonado "Desfile". La primera ovación de la noche llega cuando suenan los acordes de "Mañana", uno de los mayores éxitos en solitario de Mikel. "Quiero verte amanecer y verte anochecer / Si ayer y hoy nos dan la espalda como amantes que se van / Siempre quedará mañana, la mañana de mañana, junto a ti". La gente canta el estribillo; hay quien incluso se atreve a bailar discretamente, como si moverse, en lugar tan sacro, fuera un sacrilegio. Lo cierto es que decir que el marco del concierto es incomparable no resulta un tópico sino una evidencia incontestable.

Las canciones fueron cayendo de una en una como fruta madura del árbol frondoso de este artista recién cincuentón pero con enorme recorrido a sus espaldas. "Corazón de dragón", "Corazón y huesos", "Ojos de miel" (muy aplaudida también), "Los muros de Jerusalén"... En una de las canciones Erentxun hizo sonar la armónica, un instrumento habitual también, como la guitarra, en su larga carrera.

Y para los platos finales del menú, viejos temas propios y de Duncan Dhu: "Mujer sobre el papel", "Entre salitre y sudor" y "A un minuto de ti", despedida con una salva de aplausos.