Hace tres Navidades que los anuncios de la lotería, las bombillas de colores y la presión de una atmósfera emocional conviven con la recopilación de los "Ranciofacts" de Pedro Vera (San Pedro del Pinatar, Murcia, 1967), el más cruel caricaturista nacional de personas y de costumbres.

"Mi puto cuñado" consagró el año pasado el fenómeno del cuñadismo, que ha llegado al Parlamento en boca de Pablo Iglesias y Podemos. Este año el "plus ultra" de Vera se titula "Rancio no, lo siguiente", su profundización en la caricatura total del famoso y de lo anónimo cutre.

La caricatura verista de las personas lo es. Unas pocas líneas trazan el desacuerdo (la desproporción, la asimetría) y extraen una verdad impía. La mirada de Vera es una mirilla de alta precisión. Una parte de su trabajo se la facilitan las cadenas de televisión y las redes sociales con Bertines y Terelus, con Ronceros y con Indas. Otra detecta lo rancio y lo siguiente en el plano general, sin focos, orquesta ni presentador de la vida normal. Vera es un "ranciohunter".

La caricatura de costumbres verista es muy ideológica. Hay ranciedades evidentes -lo cañí es cuñado-, pero Vera ve más allá, como si hackeara los circuitos cerrados de videovigilancia de lugares comunes y pinchara conversaciones en bares, calles, tiendas, casas donde el hombre es un cuñado para el hombre y los cuñados no son los otros, porque el que esté libre de ranciedad que tire la primera piedra.

Con su olfato perdiguero para encontrar las acuñaciones cuñadas y los memes memos y un trabajo disciplinado y muy fino elabora un humor bien escrito y bien caricaturizado que trabaja lo grotesco y produce una risa gorda, como se merece la realidad de la que parte. Es Navidad, no va a ser Papá Noel el único que se ría con la "o".