El glorioso verano casi era otoño. En septiembre de 2011, el presunto agresor sexual Kevin Spacey fue en el teatro Palacio Valdés el maléfico duque de Gloucester en "Richard III". Moría colgado por los pies, como Mussolini. Sam Mendes, el director último de los 007, se había aliado con el actor norteamericano para levantar "The bridge project", el proyecto puente entre las dos costas del Atlántico: la de Estados Unidos y la de Europa. Y Avilés apareció en el mapa de aquel memorable proyecto artístico; este tipo de estrellas eran las que entusiasmaban al primer director del Niemeyer, quien muñó la presencia de Spacey en el Principado, con el dinero de todos los asturianos. Eran los tiempos en que Spacey no ocultaba a Spacey, en que el actor se pasaba las mañanas jugando al tenis en las pistas del polideportivo de La Magdalena, cuando tomaba café en una terraza del Parche, comiendo en Casa Lin o tomando croquetas contemplando la medianoche desde un banco de la plaza de José Martí. Spacey se sumergía en la interpretación y elevaba hasta las puertas del cielo a los espectadores que le contemplaban. Tenía ya dos "Oscar", dirigía el Old Vic de Londres? todavía no conocía a Frank Underwood.

Pero aquella vez no fue la primera en que se presentó en Asturias. En abril de 2008, cuando aún no había Niemeyer y todo eran sueños y sólo sueños, viajó a Avilés acompañado por una pequeña corte de empleados con el fin de, dijo el entonces presidente del Principado, Vicente Álvarez Areces, "sellar una alianza entre el Palacio Valdés y el Old Vic". Recorrió el solar en el que se tenía que levantar el regalo del arquitecto Oscar Niemeyer (la primera piedra la colocaron unos días después de su primera visita), conoció de manera privada las carnes del odeón local? Los periodistas le pillaron en la misma puerta del hotel que se convertiría con el paso de los años -y hasta la primera crisis del Niemeyer- en centro e imán de celebridades ( Brad Pitt, Omar Shariff, Wole Soyinka, Paulo Coelho?)

Aquel hotel también le dio cobijo dos años después, en la primavera de 2010, cuando mostró su sabiduría escénica a los estudiantes de interpretación, cuando descubrió su devoción por Jack Lemmon (su descubridor)? Se dejó preguntar y así fue que dijo que tenía su Oscar "junto a la batidora". No explicitó, sin embargo, a cuál de los dos se refería: al de "American Beauty" o al de "Sospechosos habituales". Unos meses después, en marzo de 2011, participó en los fastos de la segunda inauguración del Niemeyer (la primera, fue en la Navidad de 2010). Mano a mano con Joan Manuel Serrat dijo cosas como: "El arte y la cultura nos alejan de la estupidez" o "si les damos a los jóvenes la oportunidad de poder ir al teatro, vivirán una experiencia de tal envergadura que nunca olvidarán. Será una semilla para el futuro".

Coincidiendo con las representaciones de "Richard III", Avilés también fue ciudad de cine. Un mes antes de su estreno en España, Spacey presentó "Margin call" en el Niemeyer, la película de la crisis económica, la de Lehman Brothers. Allí estuvo el actor atendiendo a los medios de comunicación detrás de una barrera de tergal: una cámara, un titular, otra cámara? Avilés era Hollywood, en aquella semana septembrina del glorioso verano casi otoñal que ahora se ha tornado invierno de descontento.