El alienista se convirtió desde su publicación en 1994 una de esas raras novelas que lograron un extraño maridaje entre el éxito de ventas y cierto pedigrí de obra de culto para legiones de seguidores fascinados por una trama en la que la ficción abría las puertas a personajes reales como Theodore Roosevelt (jefe de policía) y J. P. Morgan. Su autor, Caleb Carr, lanzó tres años después una secuela, El ángel de la oscuridad, pero no logró superar la onda expansiva del boom inicial. Ambientada en 1896, mostraba una sociedad neoyorquina que aún no estaba acostumbrada a que un asesino en serie hiciera de las suyas por sus calles. Y, por supuesto, el componente psiquiátrico era desconocido. Su protagonista, el alienista (psiquiatra) Laszlo Kreizler, fue visto como una fusión entre Sherlock Holmes y Sigmund Freud. El periodista John Moore sería una especie de doctor Watson, salvando las distancias. La mezcla de trama detectivesca, recreación histórica y atmósfera violenta fascinó a millones de lectores y, cómo no, atrajo la atención de Hollywood y en 1995 Curtis Hanson ( L.A. Confidential) se puso al frente de un proyecto que empezó a acumular costes, guiones y retrasos. Hubo sospechas de que el contenido extremadamente sombrío y áspero del libro asustó en los despachos. Y así llegamos a 2015, cuando Paramount Televisión retomó la historia para convertirla en una serie de diez episodios con la inestimable ayuda del gran guionista Eric Roth como productor ejecutivo y el director de True detective Cary Fukunaga tras las cámaras. TNT entró en la producción y el gurú del cine independiente John Sayles anunció que se sumaba como guionista. Fukunaga se apartó siendo sustituido por Jakob Verbruggen y Netflix (¡quién sino!) se hizo con los derechos de emisión internacionales. Para el reparto se fichó al actor alemán de origen español Daniel Brühl, a Luke Evans, especializado en papeles de acción, y a Dakota Fanning. Carr estaba encantado con el desarrollo de los acontecimientos tras la frustración de los primeros y ya lejanos intentos, pero, a la vista de los resultados, cabe sospechar que su entusiasmo se habrá rebajado bastante. A ver, no es que The alienist sea una mala serie. Tampoco es buena. Ahí está su gran fracaso: tiene un material muy atractivo -desde la trama hasta los personajes pasando por la época-, está construida con evidente profesionalidad en todos sus aspectos y no hay problemas de presupuesto. El reparto es eficaz, aunque no especialmente carismático, y los guiones tienen la robustez mínima que se espera en estos casos. Y, sin embargo, tras un arranque ciertamente prometedor con la aparición del primer asesinato en una ciudad cubierta de nieve y horror, la serie se contagia de la gelidez atmosférica y la atención se desplaza a la exquisita recreación de lugares y eventos de todo tipo. Sería ideal para disfrutarlo en pantalla grande. Pero la narración es pulcramente sosa, el ritmo languidece a planos agigantados y al final de cada capítulo no quedan muchas ganas de esperar el siguiente. Pero la propuesta es respetable y merece algo más de atención, no vaya a ser que el guiso mejore con un poco más cocción.