Dicen que las comparaciones son odiosas, pero en el caso del portugués Cristiano Ronaldo y el argentino Lionel Messi son inevitables: ambos futbolistas, ambos en la treintena, juegan en la Liga española y son considerados los astros del deporte rey. A ello se suma que los dos compiten en los últimos años por ser lo máximos goleadores y llevarse los premios a mejores futbolistas del año. Estos días, en las crónicas deportivas, toca comparar sus goles y su rendimiento: en la Liga, en la Champions, en la temporada, en lo que va de año... Las estadísticas arrojan resultados similares -su lectura a favor de uno u otro varía si se es del Real Madrid, donde juega Cristiano, o del Barça, donde lo hace Messi-; las discusiones nunca faltan.

Pero si la trayectoria deportiva de uno y otro es muy parecida -incluso ambos han tenido problemas fiscales por la gestión no muy clara de sus ingresos millonarios-, no sucede así con su vida personal, que es continuamente objeto del escrutinio del público. En este caso, el portugués y el argentino van por libre e, innegablemente, por caminos muy distintos.