La primera capa de análisis sobre Asturias y su devenir entre el siglo XX y el XXI, la que atiende al largo declive de su economía, suele cargarse de pesimismo. Pero hay una mirada más profunda que encuentra una imprevista riqueza cultural bajo la superficie de los indicadores económicos. Es la que tiene Ricardo Menéndez Salmón, el escritor asturiano de mayor proyección y ahora diputado de Podemos en la Junta General del Principado. “A pesar de nuestra singularidad humana (poco más del 2% de habitantes en un país de 47 millones) y territorial (excéntricos atendiendo a la geografía e intrascendentes en lo que se refiere a nuestro peso político y económico en el conjunto del Estado), la nómina de creadores asturianos en los ámbitos de las diversas disciplinas es envidiable. Si se me permite la fórmula, somos una Baviera cultural”. No canten victoria. La de Salmón es una mirada agridulce. A renglón seguido, apunta a esa intransitividad asturiana con la que Ortega también nos señalaba: “Pero la traslación de esa excelencia a la capacidad de intervención pública del creador asturiano transforma a esa Baviera en una región búlgara o rumana. Esto es: la recepción de esa cosecha de talento se traduce en la incapacidad de la cultura para generar algo más que filias, fobias u opiniones, pero no un discurso vertebrador de lo que Asturias aspira a ser como territorio y como colectividad”.

Salmón encuentra varias razones que pueden explicar ese “desajuste” entre el talento y su transformación en capital humano. “Empiezo por una Universidad pacata y sumisa, enredada siempre en cuitas económicas y que nunca ha sido capaz de generar la masa crítica destinada a (re)pensar Asturias; continúo por una opinión pública narcotizada, con unos medios de comunicación cómplices de una visión ornamental de la cultura y con un tratamiento demediado de la creación, tanto en términos de espacio como de contenido; concluyo con una Administración que arrancó el siglo apostando por la espectacularización (modelo Guggenheim, vale decir) y dos décadas después sigue sin atender las demandas necesarias para situar la cultura en el centro de su discurso”.

Semíramis González, comisaria de arte y directora de la feria de arte Just Mad, una de las grandes referencias del arte contemporáneo español, incide también, como Salmón, en que Asturias cuenta con una nómina de creadores de todos los ámbitos artísticos muy por encima de lo que la estadística dictaría. “Mi generación se hizo más emprendedora a la fuerza. Cuando nos tocó salir al mercado laboral, ya había ocurrido la crisis de 2008, tuvimos que buscarnos la vida y también nos beneficiamos de la digitalización. La eclosión de las redes sociales nos ayudó, facilitó la creación de un tejido, de una red, para difundir tu trabajo”.

Juaco López, director del Muséu del Pueblu d’Asturies, opina, en el ámbito de las instituciones culturales regionales, que “no están fortalecidas”, con limitaciones de personal o frenos a la hora de adquirir nuevos fondos. Desde el punto de vista de la conservación del patrimonio etnográfico asturiano, echa de menos que haya implicación de la Universidad y más difusión. “La difusión es necesaria no por una cuestión nostálgica: conociendo mejor tu pasado próximo tienes mejores herramientas para entender el mundo”.