España, y los españoles, vuelven a sus orígenes, al campo, a lo rural. En los últimos años, el panorama ha cambiado en detrimento de la vida urbana. El interés por el campo ha crecido con el fomento del turismo rural y de un nuevo estilo de vida más pausado, que apuesta por una vuelta a los orígenes y una alimentación orgánica y de productos de proximidad. La mejora de infraestructuras y telecomunicaciones, y la posibilidad del teletrabajo en algunos casos, también han contribuido a ello, y la pandemia de covid-19 ha sido el espaldarazo definitivo, ya que desde que el coronavirus se introdujo en nuestras vidas, son muchos los que buscan entornos naturales para instalarse con su familia. En una región como Asturias, no es complicado encontrar sitios verdes donde vivir, puesto que pocas regiones pueden presumir de contar con zonas rurales tan ricas como el Principado.

Las cosas cambian en un abrir y cerrar de ojos. Es una realidad. Si había un tema recurrente antes de que el coronavirus lo inundara todo, ese era el de la España vaciada. Razones no faltaban, pues en las últimas dos décadas los municipios de mil habitantes o menos habían perdido 142.000 residentes, mientras que, por contra, grandes ciudades como Madrid o Barcelona habían visto disparada su población con la llegada de habitantes rurales. Esta tendencia ha dejado pueblos vacíos o heridos de muerte, prácticamente sin servicios y envejecidos, consecuencia de un desequilibrio territorial entre campo y ciudad que viene de atrás, que se retroalimenta y que parece no tener fin. O más bien parecía, puesto que la pandemia de coronavirus y los efectos de un confinamiento que tardó más de tres meses en esfumarse del todo provocó que un buen número de urbanitas huyeran de sus domicilios en la ciudad de vuelta a los pueblos en busca de una vida mejor. Aunque a algunos de ellos la idea ya les rondaba antes, permanecer tanto tiempo encerrados en sus viviendas en plena ciudad fue el empujón definitivo que llevó a muchos a hacer las maletas. Y es que las ventajas de esto son muchas.

A la izquierda, alumnos de la Escuela Rural de La Mata, en Grado, el pasado mes de octubre. Abajo, tres jóvenes teletrabajando este verano desde Ribadesella para una empresa madrileña. Sara Arias / Carlos Lamuño

Según datos del portal idealista, el interés por comprar una vivienda en una localidad de menos de 5.000 habitantes aumentó en un 13,2 % desde enero hasta agosto del pasado 2020. Las personas que se mudan al pueblo buscan, sobre todo, más espacio al aire libre y contacto con la naturaleza, pero también un coste de vida reducido, por ejemplo, a la hora de alquilar o adquirir una vivienda. Otras características que suman puntos son la tranquilidad inherente a los pueblos e incluso la intención de habitar en pequeñas burbujas de pocos vecinos, que ofrecen cierta sensación de protección frente al virus.

Sin embargo, los beneficios no son territorio exclusivo de los nuevos vecinos. Las localidades a las que se mudan también pueden salir ganando. Unos claros ejemplos son aquellas en las que, debido al aumento de los niños en edad escolar, reabren las puertas de sus escuelas, generando así puestos de trabajo y mayor actividad en la zona. En Asturias, por ejemplo, concejos como Cangas del Narcea, Tineo, Cabranes o Caravia vieron crecer este año las matriculaciones en sus escuelas. Otros como Llanes y Ribadesella también notaron un aumento considerable de personas censadas.

La reapertura de escuelas es solo una muestra de los servicios que pueden regresar a las localidades que consigan atraer a un buen número de nuevos vecinos. Y es que precisamente la pérdida continuada de población durante décadas ha supuesto que muchas localidades se quedaran al margen de infraestructuras de transporte eficientes, de un buen acceso a la sanidad e incluso de conexiones de calidad a internet. Es el caso de Parres, que en los últimos años experimentó una gran bajada de población y que en los últimos meses se ha visto beneficiado por la llegada de nuevos vecinos gracias a su buena cobertura de internet. Lo mismo sucede en Peñamellera Baja, Valdés, Tineo, Salas o Cangas del Narcea. Y es que en el entorno rural no sólo se busca habitar con mayor calidad de vida, sino que también espacios para emprender un nuevo negocio y “empezar de cero”.

La pandemia anima la vuelta al entorno rural

Esta situación no debe desaprovecharse. Dicen que “no hay mal que por bien no venga” y, aunque la situación actual y la pandemia que afecta al país y al mundo desde hace más de un año nunca merecerá la pena, sí que ha permitido que muchas zonas rurales de la región recuperen la vida que habían perdido en beneficio de las principales ciudades. Por ello, los Ayuntamientos y el Principado deben “echar el resto” y garantizar en sus territorios un nivel óptimo de servicios públicos, especialmente en educación, sanidad, servicios sociales, cultura, o deporte, así como mejorar las telecomunicaciones para que cualquier zona de Asturias disponga de conexiones de banda ancha que permitan, entre otras cuestiones, el teletrabajo.