Justo unas horas después de cerrar el vigésimo quinto aniversario de la Fundación Proyecto Hombre de Asturias -el pasado miércoles-, Luis Manuel Flórez, «Floro», su presidente regional, además de presidente nacional de las 25 organizaciones similares a la del Principado repartidas por toda España, dictó sus «Memorias» para LA NUEVA ESPAÑA, que se publicarán en esta primera parte y en otras dos, mañana lunes y el martes.

Aunque aún no ha cumplido los sesenta años -nació el 6 de enero de 1954 en Tuilla, Langreo-, la vida de Floro no ha carecido de intensidad desde que siendo chaval les planteó a sus padres estudiar Formación Profesional -Construcciones Metálicas- en la Fundación Revillagigedo de Gijón. Allí pasará siete años, de 1967 a 1974, en los que se mezclan los conflictos sociales del tardofranquismo con su admiración por el equipo humano de la escuela, profesores y jesuitas. El modo de vivir y de actuar de estos últimos le llevó a preguntarse «quién era Jesús de Nazaret, el auténtico, no el que hemos mitificado». Aquella reflexión y otras muchas vivencias le conduce a ingresar en la Compañía de Jesús en septiembre de 1974. Tras dos años de noviciado «en los que me hace vibrar que la misión de la Compañía es el servicio de la fe y la promoción de la justicia», Floro es destinado a estudiar en la Universidad Pontificia de Salamanca. Es en esa ciudad donde «por primera vez me encuentro con que algunos chavales empiezan a tontear con los porros, que yo ni sabía lo que eran». De Salamanca pasa a León, al centro San Cayetano, el hospicio de la Diputación, encomendado a las Hijas de la Caridad y a los jesuitas. Allí intenta aplicar las nuevas pedagogías sociales, como la de Paulo Freire.

Pasa después a Madrid, a estudiar Teología en la Universidad de Comillas y a vivir en el barrio de San Blas, uno de los más castigados de la ciudad por la adicción a las drogas, principalmente la heroína. Lo mismo sucede en Vallecas, Palomeras Altas o Entrevías, de modo que curas y laicos crean la Coordinadora de Barrios para «prevenir la caída de los jóvenes en las adicciones o echarles una mano si han caído». Es entonces cuando Floro recibe a familias destrozadas e impotentes «por tener tirado en casa a un hijo o una hija de 18, 19 o 20 años». Esto le hará replantearse su deseo de hacerse cura obrero y de «trabajar un día en el astillero Dique Duro Felguera». Se entrega entonces a atender a los chavales afectados por la adicción y a sus familias y será entonces cuando, «como más tarde me pasa con Proyecto Hombre, aquello me hizo descubrir más a fondo lo que es el ser humano y el dolor».

No obstante, llega un momento en el que urge hallar un procedimiento efectivo «para desenganchar a los chavales de la droga». Eso será «Proyecto Hombre», que Floro conoce en Madrid de la mano de los religiosos Pavonianos. Allí «encontré respuestas acertadas a mis preguntas». Al acabar los estudios de Teología en Madrid, Floro propone a su superior provincial abrir Proyecto Hombre «en Galicia o en Asturias, donde ciudades como Vigo o Gijón están muy castigadas».

En Oviedo hallará apoyo pleno del arzobispo Díaz Merchán y del auxiliar José Sánchez a que «la Compañía se metiera a crear Proyecto Hombre». Comienza entonces la larga tarea de gestación y la primera persona con la que habla es Miguel Arias, comerciante de «La Sirena» y miembro de Acción Católica. En 1987 Floro recibe formación en Roma de los creadores de Proyecto Hombre y en julio de ese año se crea la Junta de Fundadores. También se va preparando el equipo de terapeutas y comienza la búsqueda y adecuación de inmuebles. En estas tareas desfilan empresarios, políticos, profesionales, ayuntamientos o el Gobierno del Principado, hasta crear la red básica de centros. «Son 2.000 personas las que se han rehabilitado en estos 25 años y muchas más que no han finalizado el programa, pero no han vuelto a recaer y han estabilizado su vida». Pese a estos datos, «fue muy triste que en los noventa nos pilló el sida por todos los lados; se nos morían personas en tratamiento y otras ya rehabilitadas. Se podría decir: qué injusta fue la naturaleza con ellos».

Un equipo de 50 profesionales y de más de 130 voluntarios, más una colaboración política «de unidad y consenso», más la movilización de solidaridad social u otros diversos factores favorables han hecho de Proyecto Hombre una institución apreciadísima. «Deberíamos tener más autoestima en Asturias por ello», sentencia Luis Manuel Flórez, «Floro».