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La tragedia de los "kapos" asturianos de Mauthausen

La venezolana Laura Leret recrea la historia de cinco republicanos, dos de ellos de Ribadedeva y Quirós, juzgados por colaborar con los nazis

Domingo Félez, en 1938.

A veces la historia se ríe del destino de los humanos de forma sarcástica. Indalecio González sufrió en su carne ese baile macabro de la historia que fue la primera mitad del siglo XX. Y es que este asturiano de La Franca (Ribadedeva) había nacido para perder. Perdió la guerra de España, que luchó en el bando republicano. Ya en el exilio francés, sufrió las consecuencias de la derrota francesa ante los nazis en 1940. Encerrado en Mauthausen (Austria), quizás harto de estar del lado de los perdedores, eligió servir a sus carceleros y se convirtió en uno de los "kapos" del brutal campo de concentración. Según las actas del juicio que se le siguió en Dachau, entre noviembre de 1945 y agosto de 1948, "Asturias", que por este apodo se le conocía, cometió absolutas vilezas con los presos, sobre todo franceses y polacos, nunca con los españoles, a los que protegió. En febrero de 1949 fue ahorcado por los norteamericanos en la fortaleza bávara de Landsberg, la misma en la que Adolf Hitler había escrito su vesánico "Mein Kampf" un cuarto de siglo antes. Toda una ironía. De nada sirvieron los telegramas del Gobierno republicano en el exilio pidiendo que se le aplicase una pena menos severa, o las súplicas que envió su mujer al presidente Harry Truman.

En el caso de González hay pocas dudas de que cometió los crímenes que se le imputaban, pero no así en el de otros cuatro "kapos" españoles de Mauthausen, entre ellos el quirosano Laureano Navas, que fue condenado a cadena perpetua, aunque fue exonerado después, en 1948, por lo poco fiable de los testigos. La venezolana Laura S. Leret (nieta de Virgilio Leret, el primer oficial republicano fusilado por los sublevados en Melilla en 1936) recupera la historia de estos cinco españoles de Dachau a través de las vivencias de uno de ellos, Domingo Félez, aragonés que aún reside en Venezuela. En "Domingo Félez. Veterano de tres guerras" (Fundación Leret O'Neill), la socióloga y periodista venezolana, hija de la escritora Carlota Leret, recorre la vida de este alcorisano, todo un superviviente: soldado republicano, miembro de las compañías militarizadas de la Línea Maginot, preso en Mauthausen, guerrillero en los sesenta, empresario...

Félez coincidió con "Asturias" y el resto de los acusados españoles del juicio de Dachau. Como indicó en 2012 a LA NUEVA ESPAÑA, su trato fue más bien superficial, sin entrar en los motivos que les habían puesto ante tribunal militar norteamericano. "En aquellas circunstancias era mejor no preguntar", indica. En el caso de Félez, que era el "peluquero" de Gusen (o Mauthausen II), se le acusaba de haber seleccionado para las cámaras de gas a 180 presos. Pero él pudo demostrar que cuando se produjo este incidente había sido trasladado a otras instalaciones. Félez reconoce que en alguna ocasión golpeó a algún preso, como cuando uno a los que tenía que "pelar" (literalmente, porque había que quitar todo el pelo del cuerpo) le llamó "rotspaniershizakübel", "rojo español balde de mierda". "Había que obedecer o te daban una paliza", se justifica para explicar lo que era Mauthausen.

Los cargos contra Ignacio González eran mucho más graves. En el acta de acusación puede leerse que tenía en Gusen bajo su mando a 14 o 16 "kapos", entre 40 o 50 "kapos" asistentes y 1.600 presos. "Un testigo señala que golpeaba a los presos con los puños, un garrote y una manguera; que a principios de 1945 golpeó a un preso francés hasta la muerte. Otro testigo declara que vio al acusado pegar a un preso polaco hasta que murió, y cómo el cuerpo era llevado hasta el crematorio. También que siete presos fueron asesinados en 1944 al ser arrojados a una letrina llena de excrementos; que vio al acusado empujar a dos de las víctimas y extraer todos los cuerpos al otro día", decía el fiscal.

"Un tercer testigo indica que en septiembre u octubre de 1944 le vio golpear hasta la muerte a un preso llamado Zyrlich, y cómo mataba a un preso polaco con una estaca. Otro testigo le vio matar a un preso judío polaco con una pala", señala el acta de acusación. En su declaración, González sólo reconoció haber golpeado a algún preso con las manos, por robar. Otros testigos (Schulz, Weithofer, Kansmayer) indicaron que nunca le habían visto golpear a nadie, aunque uno de ellos sí dijo que otros presos lo comentaban. Laura S. Leret asegura que los supuestos crímenes de González nunca fueron demostrados. Los testigos señalaron que las muertes no fueron por maltrato, sino por las balas de los SS o las inyecciones de gasolina que se aplicaban a enfermos y heridos.

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