La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Una 'Santina' enterrada junto a Isidoro Álvarez

En la iglesia madrileña donde reposan Ramón Areces e Isidoro Álvarez yace también la niña Pilina Cimadevilla, en proceso de beatificación e hija de un militar ovetense

Una 'Santina' enterrada junto a Isidoro Álvarez

La iglesia de San Ginés de Arlés, en la calle Arenal de Madrid, donde se casó Lope de Vega y fue bautizado Quevedo, es desde el pasado lunes un poco más asturiana porque en ella descansa para siempre el expresidente de El Corte Inglés Isidoro Álvarez, nacido en Borondes (Grado), al lado de su tío segundo Ramón Areces, primer presidente de la cadena de grandes almacenes, que abrió su primer establecimiento muy cerca, en la calle Preciados.

No están solos como ilustres representantes de la tierra natal. En la capilla de la Virgen del Castillo, bajo el altar, en una pequeña urna, yace la niña María del Pilar Cimadevilla López-Dóriga, conocida como Pilina, hija del coronel ovetense Amaro Cimadevilla Álvarez -vástago de un abogado carbayón- y de la santanderina Rosario López-Dóriga. Pilina fue declarada venerable sierva de Dios en 2004, paso previo a la beatitud, después de fallecer en 1962, a los 10 años, en loor de santidad, tras padecer estoicamente la enfermedad de Hodgkin.

Pilina, que lleva más de medio siglo esperando el reconocimiento definitivo de una curación milagrosa atribuible a su intercesión, se crió en el barrio, y seguramente conoció aquel primer Corte Inglés en los paseos con su madre y sus hermanos. Magdalena fue la más cercana. Sólo se llevaban dieciocho meses y aún hoy se emociona al relatar a LA NUEVA ESPAÑA el heroísmo de aquella compañera de juegos a la que recuerda alegre y devota.

"Yo sería incapaz de hacer todo lo que ella hizo. Cuando murió pesaba 14 kilos y de su boca no salía una queja", cuenta Magdalena, que también ha pasado por el triste trance de perder a un hijo. Y es que para ella "los hijos son un tesoro prestado que Dios nos da... y nos quita", afirma con resignación.

Los Cimadevilla López-Dóriga eran una familia conservadora, felices entre las dificultades que arribaron al hogar. Tuvieron siete hijos, uno con síndrome de Down que murió de pequeño, como otros dos hermanos. La propia Magdalena, la quinta, justo antes de Pilina, vino al mundo con problemas graves de salud que logró superar. Habla con cariño de los días escolares en el colegio Cristo Rey de la calle de las Fuentes. "Siempre estábamos juntas, mi niñez fue paralela a la suya, hasta que falleció". Y poco antes del fatal desenlace, Pilina tuvo fuerzas para hacer prometer a su padre que iría a misa todos los días. "Porque esta vida sólo vale para ganar el cielo". La hermana lo recuerda como si hubiera sido ayer. El adusto militar no faltó a su compromiso. Magdalena lo considera una suerte de milagro. "Era muy religioso, pero a la iglesia sólo acudía los domingos", argumenta. Debajo de la cajita que contiene los restos de la pequeña yacen los padres.

La causa de beatificación, cuyo vicepostulador es el padre mercedario Alfonso López-Quintas, va lenta y se ha demorado aún más por las dificultades para probar el necesario milagro que exige Roma en estos casos. "Le atribuyeron la curación de una niña, pero cuando la persona interesada se hizo adulta se desvinculó del asunto", indica Magdalena.

El pasado jueves, Rosario López-Dóriga habría cumplido 100 años. Se fue de este mundo sin ver a su hija elevada a los altares. "Sufrió tanto que enfermó. Mi padre también se retiró joven". A todos sus hijos les enseñó a rezar y les inculcó el amor al Niño Jesús. "Son cosas que ahora no están de moda, lo sé, pero yo estoy muy agradecida de la educación que recibí", dice Magdalena.

Magdalena y sus hermanos no pierden la esperanza de que llegue el milagro. Tampoco les obsesiona. "Será lo que Dios quiera". Si ocurre, San Ginés, un auténtico museo con obras del Greco y de Pompeo Leoni, entre otros, luciría una imagen de la segunda santina asturiana. Entre aquellos muros hizo su primera comunión y allí se casaron muchos miembros de la familia Cimadevilla. A veces, a Magdalena aún le parece escuchar los pequeños pasos de Pilina camino del sagrario, pronunciando aquellas palabras que le decía a su madre: "No te apures, que yo le ofrecí mi vida a Jesucristo".

Compartir el artículo

stats