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Glorias y silencios del gran hacedor

El abogado del Estado vallisoletano José López-Muñiz, ahora olvidado, creó o promovió desde la Diputación, entre 1957 y 1970, infraestructuras fundamentales para Asturias

Fotomontaje con José López-Muñiz en el centro y, a su alrededor -en el sentido de las agujas del reloj-, el embalse de Cadasa, la autopista del Huerna, el Hospital General, la "Y", el aeropuerto de Santiago del Monte y el Reconquista.

El 16 de noviembre de 2005 falleció en Madrid José López-Muñiz a los 89 años de edad. Una breve y urgente encuesta callejera arroja un resultado sorprendente: la mayoría de los asturianos no lo conoce o no lo recuerda. Sorprendente porque desde la Guerra Civil a nuestros días fue quizá quien más hizo por este Principado. Vallisoletano y abogado del Estado, llegó a la presidencia de la Diputación provincial en 1957 y allí estuvo durante trece años, en los que realizó o proyectó el Hospital General, referencia incluso mundial en su momento; el consorcio de aguas de Cadasa, la autopista "Y" y también la del Huerna -el sueño jovellanista de alcanzar con calidad la Meseta-, el hotel de la Reconquista, el aeropuerto de Santiago del Monte, la sociedad de estudios SADEI... Eran los tiempos del desarrollismo, del Estado de obras y sus tecnócratas, y Asturias tenía la tercera Diputación, tras Madrid y Barcelona, con mayor presupuesto de España, porque efectivamente este Principado era una potencia. Quizás el olvido social de López-Muñiz sea una señal más de nuestra decadencia.

"Era un funcionario del Estado, con todo lo que eso supone", señala José Manuel Otero Novas, ministro con Suárez, abogado y escritor. "Fue destinado a Asturias, donde se casó, hizo amigos y se vinculó, como le ocurre a mucha gente, por lazos familiares y de amistad". En todo caso, ¿cuál es el móvil de la frenética y eficaz actividad de López-Muñiz? "Se mete en política para hacer cosas" desde su óptica de servidor público, indica Otero, que le conoció muy bien.

Procedía de una familia de altos funcionarios, de militares destacados, de gente instruida. Uno de sus abuelos fue capitán general en Cuba. Tenía casa familiar en la localidad cántabra de Guarnizo. Una familia relativamente distinguida, no adinerada, y con lecturas. "Cuando el abuelo", recuerda Otero Novas, "rindió cuentas en el Senado de su actuación en ultramar ofreció un discurso de dos días. Un ignorante no puede hacer eso".

Como alto funcionario le interesan las obras públicas. "Entra en política por la vía de los tecnócratas. Pero no fue del Opus Dei. Sí era católico. Muy confesional, de misa dominical", indica el ex ministro, "un tecnócrata ilustrado, pero no era de la línea de Laureano López Rodó".

En los años cincuenta el franquismo aceptaba esa ruta. Explotó el hueco. Gracias a esa feliz circunstancia pudo resistirse a poner la camisa azul propia de los falangistas. Trabaja por España, por Asturias o, en su momento, por Galicia, eso gustaba mucho al régimen. No hacía falta realizar más preguntas.

El general Camilo Alonso Vega, ministro de Gobernación y también casado en Asturias, sabía de su padre y de la historia de sus antepasados. Simpatizaban. Aunque López-Muñiz no viste la camisa azul lo considera de los suyos. Y lo respalda.

El tecnócrata sufrió por un lado la hostilidad falangista y por el otro la de la Iglesia, en menor medida, pero de forma significativa. Cuando impulsa el Hospital General muchos médicos rechazan su proyecto. Tradicionalmente atendían gratuitamente a los pobres y cobraban a los ricos. López-Muñiz fichó a galenos eminentes con un gancho: podían atender a pacientes particularmente -y cobrando los correspondientes honorarios- en el nuevo hospital público. Curiosamente la protesta cursó por la moral. Como en los exámenes de ingreso desnudaban a los pacientes hubo críticas desde los sectores religiosos. Eran unas prácticas indecentes, decían. Resolvió el conflicto y el Hospital se convirtió en leyenda.

"Nunca tuve la sensación de tener encima su mano", comenta ahora José Luis Marrón, economista y ex alto cargo de Hunosa, que en tiempos de López-Muñiz trabajó en la Sociedad Asturiana de Estudios Económicos e Industriales (SADEI), una de las creaciones del alto funcionario castellano. Una afirmación, un testimonio especialmente valioso, porque Marrón era marcadamente de izquierdas y chocó con el todopoderoso presidente de la Diputación.

"Sobresalía por su buena cabeza. Era ilustrado. Y autoritario. Quería abrirse. De ahí SADEI, el Hospital y la autopista de la Meseta. Yo trabajaba en SADEI, en el edifico de la Cámara de Comercio. En el piso de arriba estaban Efrén Díaz y Ramón Fernández Rañada, en Urbanismo. La Cámara la controlaba Fernández Coronado, que era al tiempo vicepresidente de la Diputación".

Tuvieron un enfrentamiento cuando Pedro Piñera, director de SADEI, y el propio Marrón enviaron un artículo a la revista "Asturias Semanal" sobre la autovía del Huerna. La Demarcación Regional de Carreteras quería hacer una variante de Pajares por carretera. López-Muñiz quería una vía nueva por el Huerna. Pero esa salida por el Huerna requería un peaje. El artículo de los técnicos de SADEI criticaba el peaje porque gravaba la salida de mercancías.

López-Muñiz vivía en el edificio que hace esquina entre Santa Susana y Santa Cruz. Le habían informado del artículo que se iba a publicar, pasó por "Asturias Semanas", lo interceptó y convocó en su domicilio a Piñera y Marrón. Los fines de semana iba siempre a Guarnizo, en Cantabria, donde tenía una casa familiar. "Nos dijo que salía hacia allí", recuerda Marrón, "y que antes de llegar quería tener la confirmación de que habíamos retirado el artículo. La única diferencia con su postura era el peaje, la discrepancia era mínima. Realmente estábamos más cerca de lo que el quería que de la propuesta de la Demarcación de Carreteras".

In itínere llamó a Pedro Piñera para saber cómo estaba la cosa. Marrón dijo que no lo retiraba. "Llamé a Graciano García, director de 'Asturias Semanal', y echó balones fuera. Vino a decir que le había quitado de las manos el artículo. En todo caso, yo que era el más díscolo, por así decir, nunca sentí encima la presión de López-Muñiz". SADEI se creó a partir de una comisión de la OCDE que visitó Asturias para estudiar la reestructuración de la minería y las migraciones. Fue el "thin tank" de la política de hechos y obras de López-Muñiz. Por esa vía enlazó con los planes de desarrollo.

En cuanto a Marrón, fue al congreso de historia de la ciudad francesa de Poo "que organizaba Tuñón de Lara. Claudio Ramos, jefe superior de Policía, estaba atento. Me detuvieron con otros a la vuelta, cuando estábamos en Irún. Cuando regresé a SADEI a trabajar el ambiente estaba enrarecido. Fui despedido y gané el juicio". Insiste en que "López-Muñiz fue una rara avis. Era ejecutivo. Tuvo cuatro o cinco ideas claves y como gestor público las llevó a la práctica. Chocó con muchas medianías que no lo entendían o que comprendían que los iba a barrer de la escena".

Genio, figura y enorme prestigio, de manera que en 1991 se preparó Convergencia Asturiana para que a su frente encabezase una candidatura de centro-derecha a la Alcaldía de Oviedo contra el socialista Antonio Masip. El PP local estaba capitaneado por Gabino de Lorenzo. López-Muñiz declaró no ser "ajeno a la idea de presentar mi candidatura a la Alcaldía de Oviedo". No fue así. De Lorenzo ganó. Cuando José López-Muñiz falleció, en 2002, Gabino de Lorenzo propuso darle una calle en la ciudad. Ahí está, arranca del Postigo Bajo.

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