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LA NUEVA ESPAÑA, en una localidad cercada por la nieve

Si Josefa llega, la vida sigue

La panadera que a bordo de una modesta furgoneta reparte mercancía y prensa en el corazón de los Picos llegó ayer puntual a su cita con Sotres en medio de la nevada

Javier Díaz retirando nieve en su quesería. MIKI LÓPEZ

Ni Agencia Estatal de Meteorología ni Dios que lo fundó. El estado del tiempo y, por añadidura, de las carreteras lo marca Josefa Caso, 61 años, la panadera que reparte alimento y periódicos en el corazón de los Picos de Europa. Cuando Josefa no aparece es que el temporal es de órdago a la grande.

Casi nunca ocurre. Puede llover y nevar, puede hacer niebla o arreciar el viento. En el pueblo de Sotres, que está sufriendo la peor semana del invierno, los vecinos saben que a eso de las diez de la mañana la furgoneta de Josefa dobla la esquina y para frente a la tiendina de Raquel, un bazar al más puro estilo asturiano donde se vende desde ropa de abrigo hasta quesu del país.

Ayer había cierta expectación. Sotres había quedado el día antes prácticamente incomunicado por la nevada que había comenzado el domingo. Por la noche volvió a nevar y muy de mañana una pala quitanieves había abierto camino, pero ni aun así era seguro que la panadera apareciera.

Porque Josefa va con lo justo, un pequeño vehículo aparentemente poco preparado para las nevadas. Cuando ayer llegó a Sotres la mujer llevaba cinco horas de ruta. "Recojo el pan en Panes, en un obrador que se llama Ropesa. Yo vivo en Llonín. Cargo y para la carretera".

Cuando Josefa Caso vuelve a casa después de su jornada laboral se hizo cada día unos 125 kilómetros. Lo tiene bien calculado, a fuerza de repetir una ruta de alta montaña que la lleva a Sotres, a 1.050 metros de altitud, pero también a la localidad cántabra de Tresviso y a otras como Trescares, Cárabes, Poncebos, Camarmeña o Tielve. También reparte en Llonín y en Arenas de Cabrales. "Y a los vecinos de Bulnes, pero ese pan lo dejo a los del funicular".

Josefa Caso personifica la lucha diaria contra los elementos en esta estación invernal que pone zancadillas. Alrededor del invierno y alrededor de los pueblos asturianos de montaña la vida no descansa por mucho que la meteorología apriete.

La de ayer fue jornada de calma relativa tras la tormenta del domingo y la secuela del lunes. Tiempo para tapar heridas. Un rayo, por ejemplo, se había llevado por delante el sistema regulador de la calefacción en Casa Cipriano, donde se concentra buena parte de la actividad social del pueblo en estos meses crudos. Al grupo de 16 maduros británicos alojados en el hostal la falta de calefacción durante una noche les afectó poco. Alguno se duchó con agua fría. ¿Agua fría? Mejor, agua helada, directamente del nevero al grifo, como quien dice. Pero ya se sabe que de Manchester hacia el Norte -y quizá para algunos de Gijón y del mismo Bilbao- cero grados es temperatura que ni frío ni calor.

Cuando a las diez de la mañana el taxi de David Moradiellos llegó a Sotres, no sin esfuerzo pero con el fontanero a bordo, las campanas (heladas) de la iglesia local estuvieron a punto de repicar.

La panadera Josefa Caso se toma tres días de vacaciones al año. "Mire usted, no reparto el día de Navidad, el de Año Nuevo y el de Reyes. Los demás procuro no faltar". A veces la nieve le impide llegar hasta Tresviso, doce kilómetros de curvas desde Sotres, donde a la altura del Collado de La Caballar se rondan los 1.400 metros. Después, bajada pronunciada. Que es peor.

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