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La guía secreta de Asturias

El tesoro está en el agua

Busmente, en Villayón, tiene entre sus joyas un viejo molino restaurado y la cueva del Pímpano, sobre la que cae el regueiro de La Pasada El Suco

El tesoro está en el agua

No deja de resultar curioso que paisajes con tanta belleza como algunos de los que puede presumir el concejo de Villayón, en el occidente asturiano, sean poco conocidos por quienes están habituados a perderse por lugares con alma y con historia, donde la tierra y quien en ella vive invitan a descubrirla con mejor conocimiento y más placer.

Los cazadores de cascadas saben que en Villayón pueden encontrar, entre otras, las de Oneta y la de Méxica, porque el agua, en este "rincón olvidado" -nombre de la asociación cultural que lucha por la dinamización de su concejo-, es uno de sus grandes tesoros; agua que, en su camino hacia el mar, gusta de caer desde la montaña formando cortinas blancas que traslucen, en su interior, una cueva. Bien lo saben en el pueblo vaqueiro, antaño braña, de Busmente, al que pertenece este rincón único y singular que no necesita de leyendas de brujas ni oro enterrado para reconocer que el gran tesoro de la cueva del Pímpano es su generosa presencia y su natural belleza, un bofetón de adrenalina natural que en invierno asombra viendo caer suavemente el regueiro de La Pasada El Suco cubriendo parte de la entrada a la oquedad, en medio de un bosque verde e intenso que invita a quedarse en silencio y disfrutar de lo que los ojos transmiten hasta el corazón.

Explica Gabriel Acero, vecino de este pueblo, que Pímpano es una palabra vaqueira que viene a definir algo así como "pingar, caer el agua muy poco, gotear", que es lo que pasa en verano, cuando "apenas caen unas gotas por la seca. Además, es un regueiro, no un río". Sin embargo, en invierno es una auténtica delicia contemplar este espectáculo en el que una cortina de agua cae desde buena altura justo por la mitad de la cueva, a la que se puede acceder sin problemas aunque tiene poco fondo.

Otra de las joyas es el molino restaurado que está al inicio de la ruta, unos quinientos metros de fácil recorrido por el bosque. La recuperación de este molino se debió al empeño de José Paulino Acero, padre de Gabriel, quien, con la subvención lograda en su día y con la ayuda de otro vecino, lo volvió a poner en pie para que no se olvidase lo que había formado parte de la vida de su pueblo, pues no fue ni siquiera uno de los seis propietarios que tuvo. Recuerda Gabriel que "los dueños molían uno cada día y el séptimo dejaban moler a otro vecino que no lo era pero que les pagaba con alguna obra de mantenimiento".

Historias que sirven para entender y sentir mejor el paisaje que se mira y comprender que su gran tesoro está en el agua.

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