Los asturianos han pasado en unos pocos días de lamentarse porque el verano no daba señales de querer venir a su región a desesperarse por las altas temperaturas. De preguntarse "¿cuándo voy a poder ir a la playa?" a buscar el cobijo de una sombra y maldecir la humedad. Esa maldita humedad que les hace transpirar. Y es que uno de los julios más lluviosos desde que hay registros ha dado paso a un comienzo de agosto ardiente, en el que las temperaturas supera los 30 grados en buena parte de la región y en el que las aguas de sus playas alcanzan hasta los 24 grados.

El lugar donde el termómetro ha llegado más lejos en la región ha sido Ibias, en el que se han alcanzado los 34.5 grados. Por detrás llegan Pola de Somiedo, con 32.7; Tineo, con 32.4; Amieva, 31.9; la misma temperatura a la que se ha llegado en Mieres. Oviedo, por su parte, aunque por poco también ha superado los treinta grados (30.1). No ha sido así en Gijón, que se ha quedado en 27.4 grados, ni en Avilés, que ha tenido su temperatura máxima en 26.8 grados.

Unas temperaturas sofocantes que han tenido sus efectos en el mar. Y es que el frío cantábrico lo es ahora un poco menos, con temperaturas históricas que han superado los 24 grados.

El Cantábrico se calienta

El agua del Mar Cantábrico se está calentando, y mucho. Los picos de hasta 24 grados alcanzados durante estos días de ola de calor en algunos puntos del litoral asturiano, como Luanco, baten récords históricos en la temperatura marina y constatan una tendencia de aumento que afecta a toda la costa norte. "Vivimos marcas excepcionales, en Gijón típicamente no solían pasarse los 21 durante estos últimos veranos, además en momentos muy concretos", asegura José Luis Acuña, biólogo encargado del Observatorio Marino de Asturias.

"Cuando empecé a hacer oceanografía, en 1986, veinte grados era una temperatura considerablemente alta en agosto, suponía el máximo que se alcanzaba anualmente", cuenta Acuña. Desde entonces ha ido creciendo año a año, relata el biólogo, quien recalca, no obstante, que "lo peligroso no es solo que se alcancen estas sorprendentes cotas, sino que se mantengan durante cada vez más tiempo".

Así, las boyas que miden el nivel térmico del agua, dependientes de Puertos del Estado, han registrado y prevén para Gijón y la zona del Cabo Peñas temperaturas de, al menos, 24 grados, en especial en las horas centrales del día y el anochecer. Castrillón, Villaviciosa y el resto de arenales orientales marcan también referencias inusuales por exceso de calor en el Cantábrico. Por el contrario, la costa occidental mantiene datos más suaves, con elevaciones de, como mucho, 22 grados en puntos de Cudillero, Valdés o Castropol. Sin embargo, estas no dejan de ser cifras por encima de la media estival.

El fenómeno no se da solo en Asturias. Bilbao se acerca asimismo a los 24 grados y Santander supera los 23, lo que hace extensible este diagnóstico a todo el Mar Cantábrico. Comparados con el Atlántico, son bastante superiores. Las boyas del puerto de A Coruña apenas pasan de los 19 grados, y la situada junto a las Islas Cíes (Vigo), tan solo alcanza los 21 de forma puntual.

El Mediterráneo es otro mundo. Valencia, Cataluña o Mallorca llegan a máximas de 28 grados. Si bien, la media veraniega de las aguas de ese mar en el Levante se sitúa en unos 25 grados, un solo grado por debajo de los niveles cota del Principado. Además, la diferencia entre la media histórica de los ambos mares se está acortando cada vez más, una prueba de que el Cantábrico pueda estar "mediterraneizándose".

"Estamos ante una tendencia climatológica evidente y suficientemente contrastada, quien se niega a admitirlo viene de fuera del mundo científico", afirma Acuña. Si a ello se le suman los episodios de variabilidad meteorológica que propician que se alcancen mayores registros, "nos encontramos con el panorama actual", dice el biólogo. Una situación que, advierte, se convertirá en "algo demasiado frecuente" para los asturianos, "pues habremos de habituarnos a cada vez más calor en las aguas por el verano, y más frío durante los inviernos", sostiene.

"Sin ningún tipo de dudas", para Acuña, este fenómeno está ligado al cambio climático y va de la mano de la "evidente subida del nivel del mar" que está ocurriendo por todo el planeta.

La llamativa variación térmica ya ha afectado a "demasiadas" poblaciones marinas: "Desde 2005 no hay bosques de laminarias (un género de algas pardas) en el lecho marino asturiano, y ahora, para poder contemplarlas hay que desplazarse a Galicia, donde el agua está más fría", concluye el biólogo.