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Un año de pandemia

La trinchera de los anónimos: “Tenemos mucha presión y se nos reconoce poco”

Técnicos de laboratorio, personal de radiodiagnóstico y administrativos destacan su aportación en la crisis: “Tuvimos que reinventarnos”

De izquierda a derecha, Ana Isabel Fidalgo, Isabel Cuevas y María José Ferrero, técnicas del laboratorio de Virología del HUCA. | Miki López

"Hemos tenido muchísima presión y se nos ha reconocido muy poco". afirma Pilar Granados, técnica del área de Bacteriología del Hospital Universitario Central de Asturias (HUCA).

Estas palabras, referidas a los técnicos de laboratorio, definen con mucha exactitud el sentir de centenares de profesionales de la sanidad que, sin disfrutar de un protagonismo estelar, han aportado un trabajo clave en las salas de máquinas, han pasado miedo, han tenido que adaptarse a circunstancias nuevas, han sabido sufrir poniendo buena cara...

“El año ha sido brutal por la carga tanto psicológica como de trabajo”, asevera Pablo Varela, técnico especialista en Radiodiagnóstico del Hospital Álvarez-Buylla, de Mieres. Y añade: “Por el tipo de patología producida por el virus, hemos tenido un contacto directo con la pandemia en todo momento, en la fase de diagnóstico y en el seguimiento de su evolución, lo cual nos ha obligado a reinventarnos para realizar nuevos protocolos y técnicas”.

Ana Isabel Fidalgo ejerce como técnica de análisis clínicos en el Laboratorio de Virología del HUCA, donde se han realizado más de medio millón de pruebas diagnósticas PCR y muchas más tareas. “En este año tan raro he tenido una mezcla de sentimientos. Algunas veces tristeza, rabia... Otras, alegría y satisfacción por todo el trabajo realizado. Es difícil compaginar tanta tensión y estrés con la vida familiar y personal”, destaca Ana Isabel Fidalgo. Sin embargo, el balance de estos doce meses incluye otros ingredientes mucho más positivos: “Me siento compensada por el orgullo de toda la labor desarrollada con todo el equipo de Virología del HUCA: técnicos del laboratorio de análisis clínicos, jefes, adjuntos, administrativos, residentes...”.

“Hemos llegado a hacer 5.000 PCR diarias. Fue agotador"

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Su compañera María José Ferrero pone de relieve que las primeras semanas de la crisis sanitaria “fueron una prueba de vida y tesón, una montaña rusa”. En el área de Virología, al inicio de la pandemia trabajaban siete técnicos de plantilla. Dos de ellos pasaron a hacer fines de semana y noches. En poco tiempo se realizaron contrataciones para hacer turnos de mañana, tarde y noche los siete días de la semana. “Hemos llegado a hacer 5.000 PCR diarias. Fue agotador, pero también hemos sentido la gran satisfacción de poder servir a los demás, ya que detrás de cada muestra podía estar tu padre, tu madre, hijos, hermanos...”.

María José Ferrero considera “un orgullo” el haber sido capaces de sacar los resultado de los test PCR “en tiempo récord, dando los resultados en cada turno a tiempo real”. Al igual que Ana Isabel Fidalgo, resalta el valor del equipo, “de todos mis compañeros técnicos de laboratorio: hemos sufrido juntos el estrés del trabajo diario sin desfallecer”. No quiere olvidar “a los administrativos que trabajan con nosotros”. Y los elogios se extienden a “la gran profesionalidad, capacidad de trabajo, organización y resolución de nuestro jefe, de las adjuntas y residentes de Virología del HUCA, porque sin ellos no sería posible todo este excelente trabajo de diagnóstico”.

Aparte de las PCR, puntualiza Pilar Granados, hay que valorar otras tareas del ámbito de la microbiología “menos conocidas por los usuarios, como chequeos, heridas de los pacientes ingresados, aspirados traqueales de la UCI o diferentes muestras biológicas que nosotras procesamos”.

Bárbara Ferrero trabaja como administrativa en el servicio de Radiodiagnóstico del HUCA. “Es angustiosa la incertidumbre al llegar cada día a mi trabajo y ver en mi ordenador si han aumentado los enfermos de covid hospitalizados. Hemos tenido etapas muy difíciles en el HUCA. Lo ves reflejado en la cara de tus compañeros y de los pacientes. Una intenta quitarle hierro, poniendo un poco de afecto y buen humor, pero no siempre estás en condiciones de lograrlo. Luego está el temor por mis dos hijos, por el trabajo de mi marido. La familia es una fuente de fuerza, pero también de vulnerabilidad”.

“Este año ha sido muy duro, sobre todo esta tercera ola”, señala Jesús Palomares, administrativo del Hospital Universitario San Agustín, de Avilés. “En nuestro caso, donde más se notó el aumento de trabajo fue en la tarea de llamar y coordinar las pruebas PCR y las vacunas. Hay que tener mucho control y hacer cientos de llamadas diarias”. A juicio de Palomares, los “grandes olvidados” de esta pandemia han sido los telefonistas, “que no se reforzaron pese al incremento de llamadas entrantes”. “Ahora mismo, aún con descenso de los contagios, las llamadas siguen en aumento”, precisa este trabajador que, a nivel general, considera que los meses de pandemia han dejado una lección: “Hemos aprendido a trabajar de forma distinta, más solidaria y pensando mucho más en los pacientes”.

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